Multimillonario desalmado: Nunca debió dejarla ir - Capítulo 187
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 187:
🍙🍙 🍙 🍙 🍙
Mientras hablaba, sus palabras sonaban ligeras, casi etéreas, pero su mirada se fijó en Millie, estudiando sus ojos bajos. Su pequeño círculo estaba claramente llamando la atención a esas alturas, y alguien más se unió a ellos, acercándose con tranquila confianza.
«Muy bien, Babette. Tú misma lo has dicho: solo son chismes sin importancia. ¿Por qué darle vueltas? ¿No es así, Brandon?».
El árbol genealógico de Derek se había extendido con tres hijos y dos hijas. El padre de Brandon ocupaba el lugar del segundo hijo, mientras que el padre de Babette era el tercero. Casimir Watson, el menor de los hijos del hijo mayor de Derek, era quien hablaba ahora. Una brillante sonrisa acompañaba su copa de champán levantada.
«Brandon, Millie», dijo, haciendo una pausa para unirse a la reunión. Parecía como si estuviera defendiendo a Millie, pero bajo su tono educado, cada palabra sonaba como una pulla cuidadosamente disimulada.
Tomar su partido sería lo mismo que admitir que Millie se había atribuido el mérito de los logros de la familia Watson.
—Oye, estoy hablando con Brandon, no contigo. No te metas, ¿vale? —Babette lanzó una mirada fulminante a Casimir. No había ningún afecto entre Babette y Casimir; se habían enfrentado desde la infancia, aunque ella mantuviera una buena relación con Brandon.
Millie, sin embargo, siempre le había caído mal. Cada vez que pensaba en las mujeres que se aferraban a Brandon en busca de apoyo, sentía un profundo rechazo. Aun así, si Brandon favorecía a Millie, Babette no veía sentido en mostrar una hostilidad abierta. Como mucho, mantendría las distancias. Incluso ahora, frente a su primo, Babette se mostraba educada, una muestra del orgullo de los Watson.
Historias como estas la habían perseguido durante sus estudios universitarios y de posgrado en Flesta, un constante murmullo de rumores y especulaciones. Nunca les había prestado mucha atención hasta que un incidente en particular lo convirtió en algo personal. Ahora, el sentimiento persistía: resentimiento porque Millie le había arrebatado parte del reconocimiento de la familia.
—¡Vamos, Brandon! Deja que Millie responda por sí misma. Una sonrisa burlona se dibujó en los labios de Babette. Volviendo su atención a Millie, Babette continuó: —Millie, ¿has oído lo último? Se dice que el Sr. Pérez va a viajar a Crobert.
𝑆𝒾𝑔𝓊𝑒 𝓁𝑒𝓎𝑒𝓃𝒹𝑜 𝑒𝓃 ɴσνє𝓁α𝓼4ƒα𝓷.c♡𝓂 actualizado
Babette hizo una pausa a propósito, con la mirada fija en el rostro de Millie.
«Millie, a pesar de todos los rumores, ¿piensas volver a verlo?».
Brandon intervino, frunciendo el ceño. «Ya basta, Babette. Dejémoslo así. Yo sé la verdad: Millie no tiene ninguna relación con ese hombre».
Una mirada de enfado cruzó el rostro de Babette. —¡Brandon!
Cerca de allí, Casimir, que acababa de ser regañado, permaneció en silencio, observando la discusión con una leve sonrisa cómplice.
La familia Watson había crecido enormemente a lo largo de los años, con docenas de caras nuevas en cada rama. Esa noche, la asistencia era impresionante. Con Brandon y Millie siempre en el centro de atención, su presencia atraía naturalmente a una multitud.
Mientras permanecían cerca de la entrada, más y más miembros de la familia se acercaban. La mayoría de los recién llegados eran primos y parientes más jóvenes, algunos cercanos, otros de ramas más lejanas. Los mayores, por su parte, se habían retirado al piso de arriba, bebiendo sus copas y charlando como si nada de esto les concerniera.
Pero Millie no se dejó engañar. El ambiente estaba cargado de intenciones ocultas: la reunión familiar de hoy no era nada casual. ¿Todos los susurros, las preguntas directas de Babette y las sutiles pullas de Casimir? La generación mayor lo había orquestado todo, permitiendo —y tal vez incluso fomentando— este interrogatorio silencioso, gracias a la niña con la que de repente la habían fotografiado.
.
.
.