Multimillonario desalmado: Nunca debió dejarla ir - Capítulo 162
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Capítulo 162:
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Sentada al piano con un vestido vaporoso, su figura iluminada por frescos tonos azules, su canción era suave y sincera. El ambiente tranquilo que creaba era suficiente para conmover a muchos de los asistentes hasta las lágrimas.
Desde su asiento entre los invitados especiales, Brandon no apartaba los ojos de la mujer que actuaba, pero sus pensamientos se desviaban hacia recuerdos de hacía mucho tiempo.
El camino para convertir al Grupo Watson en líder de la industria de la alta tecnología no había sido fácil, especialmente alejarse de los antiguos modelos de negocio. Una noche en particular del pasado destacó, cuando finalmente decidió hacer el cambio, plenamente consciente de que el camino por delante estaría lleno de desafíos.
Por suerte, Millie había estado a su lado durante esos momentos difíciles. A lo largo del año, los dos habían ido de una ciudad a otra, a veces incluso cruzando fronteras hacia otros países. No podía olvidar aquel invierno en el que aterrizaron en Eldoria para una importante negociación, solo para darse cuenta de que habían caído en una peligrosa trampa.
Apenas lograron escapar, obligados a huir en un barco hacia el mar. Aquel invierno había sido brutalmente frío, el océano implacable y el pequeño barco se balanceaba entre las olas. Las condiciones del barco les resultaban casi insoportables, pero no podían quejarse, ya que estaban huyendo para salvar sus vidas.
No había señal de teléfono móvil tan lejos de la costa, y cada minuto que pasaba les hacía preguntarse qué pasaría a continuación. Durante doce largas horas, no tuvieron a nadie más que a ellos mismos. El aire frío llenaba la estrecha cabina. Ambos se abrigaron con toda la ropa y todas las mantas que tenían, pero el frío seguía penetrando mientras se acurrucaban juntos, temblando.
Él notó que los labios de ella comenzaban a adquirir un tono púrpura pálido por el frío, y sabía que él tenía el mismo aspecto. Se le encogió el pecho por la frustración: estaba furioso por haber sido descuidado, furioso por su propia debilidad y, lo peor de todo, por haberla puesto a ella también en peligro.
Ella pareció percibir lo que él sentía. En silencio, extendió la mano y le tomó las manos entre las suyas.
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Una vocecita rompió el silencio. «Brandon, estoy helada», susurró, sacándolo de sus preocupaciones. «¿Tú también tienes frío?». Él la miró a los ojos y asintió en silencio con un « ». Ella lo entendía mejor que nadie. Nunca intentaba ofrecerle consuelo vacío. En cambio, desviaba su mente del miedo.
Él también se dio cuenta de que, si lograban llegar a tierra, estarían a salvo. Pero si el tiempo empeoraba, existía una posibilidad real de que nunca los encontraran. La espera interminable, la sospecha constante y la ansiedad vertiginosa se sentían casi insoportables.
Aun así, ella logró sonreír y se inclinó hacia él. «¿Me abrazas?», continuó. «Si nos quedamos juntos, quizá sintamos un poco más de calor». Él respondió de inmediato, rodeándola con sus brazos.
Fuera de su pequeña cabina, la nieve caía sobre el mar agitado. El invierno se imponía, con las gaviotas volando y sus graznidos resonando en el aire frío. Más allá de la pequeña ventana, el mundo aparecía en tonos fríos de gris y azul. Dentro, se acurrucaron juntos bajo una manta mientras el barco se balanceaba, encontrando consuelo el uno en el otro.
Su aroma permanecía con él; aún podía recordar la suave fragancia de su cabello. Ella encajaba perfectamente en sus brazos, pequeña y delicada, pero su presencia lo hacía sentir estable.
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