Multimillonario desalmado: Nunca debió dejarla ir - Capítulo 121
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Capítulo 121:
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Con una pequeña sonrisa, Millie se volvió hacia él y le dijo: «No hay nada extraño en ello. Quizás en algún momento le gustó esa tanzanita, pero luego cambió de opinión y se la regaló a otra persona. Después de cambiar varias veces de dueño, finalmente acabó en esta subasta».
Jayceon negó con la cabeza y respondió: «No lo creo. Por lo que he oído, Millie estaba muy apegada a esa tanzanita. Al parecer, alguien más la quería en aquel entonces y ella luchó mucho para conseguirla. No tiene sentido que la haya dejado escapar tan fácilmente».
Durante un momento, Millie miró fijamente a Jayceon en silencio, lo que le hizo sentirse incómodo. Finalmente, rompió el silencio con una sonrisa amable. «Pero al final, la dejó escapar, ¿no?».
Dado que la tanzanita estaba ahora en una subasta benéfica, eso significaba que Millie, junto con quienquiera que la hubiera poseído después de ella, habían decidido dejarla ir. Jayceon se quedó en silencio, dándose cuenta de que ella había planteado un argumento difícil de rebatir. No se le ocurrió nada con lo que pudiera discutir.
«Disculpa», dijo Millie educadamente, haciendo un ligero gesto con la cabeza antes de continuar por el pasillo.
Apenas había dado unos pasos cuando Vivian se interpuso en su camino. Millie sintió una oleada de irritación e intentó pasar, pero Vivian se colocó delante de ella a propósito.
—¡Serena! —la llamó Vivian, negándose a dejarla marchar.
Millie se detuvo en seco y miró a Vivian con calma y paciencia, sin saber muy bien qué quería ahora.
Una fría advertencia llenó los ojos de Vivian. —Sería inteligente por tu parte alejarte ahora. No eres más que la compañera de Charles. Deberías mostrarle algo de respeto a Brandon. Si sigues así, te arrepentirás.
«¡Solo conseguirás hacer daño tanto a ti misma como a Charles!».
Millie no prestó atención a las amenazas de Vivian y dejó que su mirada se posara en el vestido negro que llevaba. No se podía negar que el vestido tenía todos los ingredientes de un vestido de novia, con capas de fino encaje que solo resaltaban la belleza de Vivian. Claramente, los rumores que circulaban por Internet eran ciertos. Brandon, que normalmente se mantenía alejado de los focos, eligió este momento para aparecer a lo grande, llegando con Vivian vestida así.
A Millie se le pasó por la cabeza una idea: ¿qué intentaba demostrar Brandon? ¿Simplemente no se había dado cuenta o estaba dando rienda suelta a Vivian a propósito? Quizás tenía prisa por hacer oficial su relación con Vivian. Tal vez no le importaba en absoluto que él y Millie siguieran técnicamente casados y en pleno proceso de divorcio. Millie bajó ligeramente la mirada, delatando su decepción, antes de darle la espalda a Vivian.
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—Vivian, no hay razón para que me digas nada de esto. Si quieres la tanzanita, puja por ella. Si yo la quiero, haré lo mismo. Veamos quién sale ganando —respondió con voz tranquila y firme.
Vivian soltó una risa fría. —¿Ganar? Serena, eso es solo una ilusión. La única razón por la que estamos aquí es por los hombres que nos respaldan. Brandon tiene más poder que Charles, así que yo ya tengo ventaja.
La arrogancia de Vivian era irritante, y Millie no vio sentido en alargar la discusión. Se dio la vuelta y se alejó. Una advertencia resonó a sus espaldas. «¡Serena, se te están acabando las oportunidades! ¡Cuando pierdas, será humillante! ¡Estaré esperando a que vuelvas arrastrándote y suplicando clemencia!».
Solo una breve pausa delató la irritación de Millie antes de seguir adelante. Intentando evitar a cualquiera en el pasillo, se dirigió a la terraza ajardinada del tercer piso. Allí la esperaba una animada escena: magnates de los negocios, coleccionistas de arte y famosos, todos reunidos. Las copas de champán llenaban sus manos, y cada tintineo parecía sellar otro acuerdo tácito entre ellos. La suave iluminación daba al espacio un brillo delicado, mientras la música del piano flotaba en el aire de la noche.
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