Multimillonario desalmado: Nunca debió dejarla ir - Capítulo 1026
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Capítulo 1026:
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Su resentimiento solo se intensificó en ese momento. Una vez más, todo volvía a Millie.
¿Por qué todo siempre giraba en torno a ella?
Ardiendo de ira, Babette se puso de pie de un salto.
Miró a Egbert con ojos llenos de rencor.
«¿Por Millie?», repitió con voz burlona. «Pero recuerdo claramente que la conociste cuando vino con mi primo a Flesta para negociar un contrato contigo».
El tono de Babette se volvió más agudo. —Dime, ¿qué te dio ella para que le fueras tan fiel todos estos años? En aquel entonces, ella salía con Brandon, pero tenía vínculos contigo. Si eso no es ser infiel, ¿qué es?
—Ya te lo he dicho, no había nada entre nosotros —dijo Egbert, desviando la mirada.
—¿No? —Babette soltó una risa sarcástica—. ¿No te ha estado engañando, utilizándote cuando le convenía?
Babette se inclinó sobre la mesa, presionando con fuerza las palmas de las manos contra la superficie. —Dime la verdad. ¿Qué pasó realmente en Flesta?
¿Qué tipo de fuerza podía impulsar a un hombre como Egbert —alguien con las manos manchadas de sangre, con un corazón que parecía tallado en hielo, que se movía por el mundo como un depredador que lo veía todo como su coto de caza personal— a seguir tan obsesionado con Millie después de todos estos años?
A pesar de saber perfectamente que Millie ya tenía novio, se negaba a dar marcha atrás o a seguir adelante. La perseguía con una determinación inquebrantable que rayaba en la locura.
¿Qué secreto guardaba Millie? ¿Qué hilo invisible había tejido alrededor de su corazón que lo mantenía atado a ella a pesar de su naturaleza fría y cruel?
Babette ardía en deseos de comprenderlo.
Si pudiera descubrir el secreto de Millie, haría cualquier cosa por averiguarlo y utilizarlo para que Egbert se enamorara perdidamente de ella.
Pero Egbert no respondió a su pregunta de inmediato. Simplemente se quedó allí sentado, mirándola con unos ojos que reflejaban una profunda tristeza que ella nunca había visto antes en él.
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—¡Dímelo! —gritó Babette, con la frustración a punto de desbordarse.
Egbert mantuvo la mirada fija en su rostro mientras finalmente hablaba. «Esa apuesta que hicimos entonces no era un juego casual. Era una apuesta en la que se jugaba la vida o la muerte. Y yo perdí».
Babette lo miró completamente confundida. «¿Me estás diciendo que solo porque perdiste una apuesta, te has dedicado a ella desde entonces?».
—Sí.
Egbert bajó la mirada hacia la mesa y cogió la botella de vino. Se sirvió una copa generosa y observó cómo el líquido rojo oscuro se arremolinaba en la copa de cristal. El color le recordó aquel charco helado manchado con la sangre de Millie.
Entonces comenzó a contar la historia de lo que realmente había sucedido hacía tantos años.
Describió cómo Millie había construido cuidadosamente una elaborada trampa psicológica, utilizando los limitados recursos y el reducido espacio de que disponía para convertir lo que debería haber sido su segura victoria en su impresionante triunfo.
Esa intensa batalla de ingenio había destrozado la cómoda fachada que había pasado años construyendo a su alrededor. Había destruido la pacífica ilusión en la que había estado viviendo.
Ella le había mostrado un camino a seguir que nunca antes había considerado: una forma de vivir de verdad en lugar de simplemente sobrevivir.
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