Mimada por el despiadado jefe clandestino - Capítulo 636
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Capítulo 636:
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En la mente de Clinton, su elección final parecía inevitable, como si el destino conspirara para darle la razón. Pero, ¿cómo podía estar tan ciego a la realidad?
Una tensión incómoda se instaló en el pecho de Khloe. Su voz, aguda e inflexible, atravesó el aire. «Clinton, no tengo intención de involucrarme en el proceso de selección del heredero de la familia Watson. Entiendo la situación, pero no tiene nada que ver contigo. No necesito ni quiero tu apoyo. Y en cuanto a tus sentimientos, y esta es la última vez que lo diré, no los acepto, ni nunca lo haré».
Clinton, sin inmutarse por su respuesta tajante, la miró con determinación inquebrantable. «Khloe, entiendo que tengas reservas. Pero ya te lo he dicho antes: eres diferente para mí. No puedo ignorarlo».
Un escalofrío se apoderó de los rasgos de Khloe. «Tienes derecho a tus sentimientos, pero cuando tus acciones empiezan a interferir en mi vida, se convierte en un problema. Y lo detesto. Me resulta repulsivo».
Clinton frunció el ceño con fuerza, su frustración era evidente. Se inclinó instintivamente hacia delante, pero Khloe retrocedió con un paso decidido.
Al darse cuenta de su retirada, se enderezó y exhaló profundamente. «Bien. Si no te gusta, tendré más cuidado. Pero no te preocupes por la selección del heredero. No tengo intención de perder contra Eric. Sin tu ayuda, Eric no es nada».
Khloe permaneció impasible, con una expresión indescifrable. Conocía a Eric mucho mejor de lo que Clinton jamás podría.
Ese día no había venido solo para ser una espectadora. Tenía asuntos mucho más urgentes en su agenda, ninguno de los cuales Clinton necesitaba conocer. Con una breve mirada en su dirección, Khloe esquivó a Clinton y se dirigió hacia la entrada.
Pero, para su sorpresa, su mano se extendió una vez más, bloqueando su camino.
Una determinación aguda brilló en la mirada de Clinton, su voz bajó a un susurro escalofriante que envió un escalofrío involuntario por la espalda de Khloe. «Khloe, después de hoy, me pertenecerás».
Aunque Clinton no tenía intención de hacerle daño, su equivocada determinación pintaba un panorama inquietante. Esta era su oportunidad de demostrar su valía, de mostrarle a Khloe un lado de él que no podía ignorar, un lado que él creía que haría que ella se enamorara de él por fin.
Las palabras de Clinton apenas llegaron a los oídos de Khloe, su voz era demasiado débil para registrarla por completo. Cuando se volvió para preguntarle qué había dicho, una presencia dominante surgió detrás de ella. «Clinton, no importa cuántos planes intentes, lo que no es tuyo nunca será tuyo. Si te atreves a alcanzar algo que no te pertenece, las consecuencias te alcanzarán tarde o temprano».
El peso de la declaración de Henrik permaneció en el aire, tan gélido como la expresión de su rostro. Pero cuando su mirada se posó en Khloe, el comportamiento de Henrik se suavizó hasta convertirse en algo protector, casi tierno. «¿Entramos juntos?».
«Está bien», respondió Khloe en voz baja, con un tono firme mientras dejaba que Henrik la guiara hacia el interior con su brazo todavía firmemente alrededor de su cintura.
La mirada de Clinton se detuvo en la pareja que tenía delante, su expresión se ensombreció cuando una sonrisa malévola se dibujó en sus labios. En voz baja, gruñó: «Henrik, te engañas a ti mismo. Khloe no te pertenece. Me pertenece a mí».
En ese momento, Eric llegó. Al ver la escena, soltó una risa burlona, con una voz llena de mofa. «Clinton, mírate. Eres patético. ¿De verdad crees que puedes ganarte el favor de Khloe? Deja de soñar. Khloe nunca te elegirá. Es mía, y no hay nada que puedas hacer al respecto».
No hacía mucho, Eric había sentido un escalofrío de inquietud cuando Khloe mencionó darle una lección. Ese único comentario lo había llenado de pavor, dejándolo demasiado asustado para actuar precipitadamente. Con el tiempo, sin embargo, su falta de seguimiento alivió sus temores. Para Eric, su inacción era prueba de que no podía decidirse a ir realmente en su contra. Si se contenía, todavía había una posibilidad de que él la reclamara.
Clinton, que ahora estaba frente a Eric, se deshizo de todo rastro del comportamiento controlado que mostraba con Khloe. Su expresión se torció con desdén cuando escupió: «Eric, estás delirando. Khloe no te quiere, no puede soportar verte. Ni siquiera sabes lo patético que eres. Mírate. Ella te ve como lo que realmente eres: un insecto patético, arrastrándote a sus pies».
El rostro de Eric se torció de ira. Estaba a punto de arremeter cuando Clinton se acercó, con voz baja y aguda, mientras le susurraba al oído: «Eric, ¿cuánto tiempo crees que podrás ocultar la verdad sobre tu empresa farmacéutica que mata a esos voluntarios?».
El rostro de Eric palideció cuando el pánico se apoderó de él. Casi dejó escapar la verdad, pero se recuperó. «¿Crees que tus mentiras pueden asustarme? ¡Sigue soñando!».
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