Mimada por el despiadado jefe clandestino - Capítulo 582
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Capítulo 582:
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La familia Dayton intercambió miradas de desconcierto, tratando de entender la reacción de Naomi. «¿Qué pasa? ¿Es tan terrible?».
«Naomi, deja de actuar como una niña. Cálmate y explícate», dijo Lindy, sintiendo un extraño malestar que se apoderaba de ella. Algo en la reacción de Naomi la inquietaba profundamente. Se abrió paso entre la multitud para ver la pintura de Khloe por sí misma.
Se quedó paralizada en el momento en que sus ojos se posaron en la obra de arte, con todo el cuerpo tenso. Sus ojos se iluminaron y, con un repentino estallido de emoción, exclamó: «Khloe, he perdido. Lo admito, ¡de forma justa y honesta!».
¿Qué?
¿Había dicho Lindy eso de verdad? ¿Qué tipo de pintura extraordinaria había creado Khloe para que Lindy, una célebre prodigio de la pintura, admitiera su derrota de forma tan contundente? La familia Dayton intercambió miradas desconcertadas, su curiosidad se volvía insoportable. No pudieron resistirse más y dieron un paso adelante, ansiosos por ver la pintura que había conmocionado tan profundamente a Lindy. Cara siempre era rápida para actuar.
Con una sola mirada al cuadro de Khloe, Cara se quedó paralizada. Sus grandes ojos temblaban de incredulidad al contemplar la escena que tenía ante sí.
¿Cómo podía ser esto? ¿Cómo había podido Khloe lograr algo de esta magnitud?
Cara quería decir que era una farsa, acusar a Lindy de parcialidad o afirmar que Naomi se había equivocado. Sin embargo, mientras estaba de pie frente al cuadro, no se atrevía a pronunciar mentiras tan infundadas. El poder de la obra de arte la dejó sin palabras.
Ver las reacciones de asombro de Naomi, Lindy y Cara solo aumentó aún más la curiosidad de la familia Dayton. Se abalanzaron hacia delante, decididos a descubrir el origen de tal asombro. En el momento en que sus ojos se posaron en el cuadro, una ola de conmoción los invadió. Sus expresiones, inicialmente variadas, pronto se alinearon en una mirada compartida de asombro. Al final, se quedaron allí, visiblemente conmocionados, incapaces de apartar la mirada. Incluso Henrik, que había desconfiado de la capacidad de Khloe para navegar por la competición, sintió cómo su curiosidad se despertaba ante las inusuales expresiones que se extendían entre la multitud. Dio un paso adelante con entusiasmo.
Henrik se aseguró de que la pintura fuera completamente visible para aquellos que aún no la habían visto. En el momento en que sus ojos se encontraron con el lienzo, sintieron una sacudida visceral. Representaba una escena inquietantemente realista, una intrincada fusión de modernidad y tecnología.
Una bulliciosa ciudad se extendía bajo un cielo azul, su vitalidad enmarcada por suaves nubes flotantes. El sol brillaba intensamente y una suave brisa parecía recorrer las calles.
En las afueras, se alzaba un edificio abandonado y en ruinas, con su estructura esquelética en estado de decadencia. Las sombras se retorcían y se movían de forma antinatural, proyectando un aura inquietante sobre el espacio. Cerca de allí, los árboles se balanceaban como manos con garras que se alzaban hacia el cielo, y sus ramas susurraban algo frío y siniestro.
Dentro del desolado edificio, en su sótano tenuemente iluminado, surgió un marcado contraste. La sala estaba llena de una decoración elegante y de alta tecnología. Las pantallas de ordenador brillaban con una luz azul parpadeante que iluminaba la escena, con líneas de código bailando en sus superficies. Robots de diferentes formas y tamaños se movían metódicamente. En el centro de la sala se encontraba una mujer delgada, con el cuerpo envuelto en capas de tela. Su rostro era una máscara de ferocidad aterradora. Entonces, el cuerpo de la mujer se desplomó, sin vida. Una veta de sangre carmesí se derramó de su cuello, serpenteando por el suelo en un rastro vivo. El rojo intenso contrastaba fuertemente con el suelo blanco. Finalmente, la sangre formó un río sinuoso.
Aunque su cuerpo yacía inmóvil, sus ojos permanecían abiertos de par en par, ardiendo con un resentimiento inquebrantable. Su rostro estaba congelado en una mueca de ira, su alma aparentemente a punto de escapar. Sus ojos vislumbraron algo inquietante: una sombra tenue.
Era solo un cuadro.
Y, sin embargo, mientras lo miraban, una sensación inconfundible comenzó a apoderarse de ellos: conspiración.
Lo que tocó la fibra más sensible no fue la imagen en sí, sino la escalofriante frase garabateada junto al cuadro. Las palabras hicieron que a todos se les pusiera la piel de gallina.
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