Mi exesposo frio quiere volver conmigo - Capítulo 873
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Capítulo 873:
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No sabía si se trataba de un error.
Frunció el ceño. ¿Había sido otra habitación?
Pero había abierto la puerta con la tarjeta de acceso, así que no había nada malo.
Su trabajo había terminado.
Le echó una última mirada al pasillo, asegurándose de que nadie lo estuviera observando, y luego desapareció en las sombras.
Cuando el camarero desapareció por el pasillo, otra figura, que observaba desde las sombras, finalmente dejó escapar un suspiro de alivio.
Había estado buscando la habitación 1109, pero no la encontraba. Entonces, como si el destino hubiera intervenido, el problema se había resuelto por sí solo. Había visto al camarero, un hombre que trabajaba para la señorita Herrera, salir de una habitación. Todo encajaba a la perfección.
Sin dudarlo, dio un paso adelante. Sacó una tarjeta maestra y la deslizó por la cerradura. La puerta se abrió un poco, lo suficiente para que pudiera echar un vistazo al interior.
A este pequeño hotel no le importaba mucho la privacidad, pero estaba obsesionado con evitar problemas. Para prevenir accidentes, la dirección había emitido unas pocas tarjetas maestras que podían abrir cualquier habitación.
Echó un vistazo al pasillo: vacío. De su bolsillo sacó una pequeña caja de madera. En su interior, cuidadosamente ordenados, había finas varitas de incienso.
Sacó una, la encendió y la colocó con cuidado dentro del portaincienso. Se agachó y la colocó dentro de la habitación.
Un aroma profundo y rico llenó el aire: fragancia de madera de agar, impregnada con el afrodisíaco más fuerte disponible. Satisfecho, cerró la puerta y se alejó.
Al entrar en el ascensor de servicio, sacó su teléfono.
«Señorita Herrera, está hecho. No se preocupe, he usado el incienso más fuerte. Aunque estuviera al lado de una bestia, no podría resistirse».
La conciencia de Carrie se agitó, a medio camino entre la vigilia y un aturdimiento febril. Sintió un aliento cálido en su oído. Una boca, unos labios suaves que recorrían su piel. Una lengua, deslizándose por la curva de su oreja, caliente y húmeda, que le enviaba un escalofrío por la espalda.
Una extraña sensación se acumuló en lo más profundo de su vientre, un calor que no entendía.
Su cuerpo no se resistía. Ella lo estaba… aceptando.
En algún lugar de lo más profundo de su mente, sonaron las alarmas, pero eran débiles, distantes. Todo se sentía borroso, irreal.
¿Dónde estaba? Intentó pensar. Intentó recordar. Pero su mente parecía estar atravesando una niebla. ¿Había bebido demasiado? Sí… había tomado vino. Un camarero…
Había dicho algo sobre un salón, un baño…
Pero ella estaba en una cama, no en un sofá. ¿Había terminado en un salón privado? Y este hombre apretado contra ella, ¿era otro invitado que había bebido demasiado como ella?
Intentó abrir sus pesados párpados, desesperada por entender la situación, pero no se levantaban.
El aroma fragante de la madera de agar llenó sus pulmones. Le recordó al salón privado del restaurante de antes.
Ese pensamiento le trajo una pequeña ola de alivio. Si todavía estaba en el restaurante, entonces tal vez…
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