Mi exesposo frio quiere volver conmigo - Capítulo 1120
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos dos veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 1120
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
Los ojos de Carrie parpadearon al ver una elegante ambulancia aparcada más allá del grupo de coches de policía. Su puerta abierta revelaba un santuario móvil, equipado con material médico de última generación que rivalizaba con cualquier sala de urgencias de un hospital.
Kristopher los seguía de cerca, acelerando el paso para igualar el suyo. Al ver a las médicas que esperaban dentro de la ambulancia, Reece dejó a Carrie a su cuidado con delicadeza y se detuvo un momento antes de retroceder. No subió al vehículo.
Kristopher exhaló y relajó los hombros mientras se acercaba lentamente.
Reece cerró la puerta de la ambulancia con un suave golpe y sintió cómo la tensión abandonaba su cuerpo. El cansancio se apoderó de él, pesado e implacable. Se apoyó contra el frío metal del vehículo y sacó una cajetilla de cigarrillos del bolsillo con un ligero temblor en los dedos.
Una mano, fuerte y con los nudillos prominentes, le ofreció un mechero. La llama se encendió y Reece la cubrió instintivamente con la mano, protegiendo el destello mientras se llevaba el cigarrillo a los labios.
Inhaló profundamente, con la brasa ardiendo, y exhaló lentamente el humo en el aire nocturno.
Miró a Kristopher y le dijo en voz baja pero cálida: «Gracias».
Kristopher no dijo nada, sino que se apoyó en la ambulancia junto a Reece. Encendió su propio cigarrillo y la llama proyectó sombras en su rostro anguloso. Tras un momento, habló en tono casual pero deliberado: «Me he topado con un camión de basura de camino aquí. Algo me pareció raro, así que lo seguí».
La explicación rayaba en lo absurdo, el tipo de historia que habría llamado la atención en cualquier otro contexto.
Reece, sin embargo, no la cuestionó. Entrecerró los ojos y estudió el rostro de Kristopher. «Tu memoria», dijo en voz baja, «¿ha vuelto?».
Fijó la mirada en los ojos oscuros e indescifrables de Kristopher, buscando un destello de verdad, una grieta en la máscara.
Kristopher se apoyó contra el vehículo, exhalando un delicado anillo de humo que se enroscó alrededor de sus rasgos cincelados, suavizando los bordes afilados de su mandíbula. Reece lo observó en silencio, con los brazos cruzados. Tenía que admitir que Kristopher y Carrie formaban una pareja llamativa, sus apariencias casi demasiado perfectas. No era solo su belleza, que otros poseían en abundancia, sino la forma en que sus presencias se reflejaban entre sí, ambos irradiando una gracia aristocrática y fría que parecía vibrar al unísono.
¿Ya leíste esto? Solo en ɴσνєℓα𝓼4ƒ𝒶𝓷.c○𝓂 sin interrupciones
Un destello de tristeza cruzó el rostro de Kristopher, breve como una sombra pasajera. Bajó los ojos, sus largas pestañas velando la tormenta interior.
Exhaló suavemente, casi en un murmullo. «No», dijo.
Reece, que no era sentimental, sintió una punzada inesperada. Se acercó y le dio una palmada en el hombro, un gesto torpe pero sincero. No podía comprender del todo el dolor de Kristopher, pero la sola idea de que le robaran una parte de su mente, de que otros se aprovecharan de ese vacío, le hizo sentir un escalofrío. Reflexionó sobre su propia suerte, haber nacido en el sólido seno de la familia Morrison. Incluso Carrie, una prima con la que hacía tiempo que no tenía contacto, había demostrado no solo ser íntegra, sino excepcional, eclipsándole incluso a él. Nunca había tenido que preocuparse por que su propia familia le utilizara.
Los pensamientos de Reece se remontaron a los años en que Carrie había estado unida a Kristopher por matrimonio, atrapada en la red de la familia Norris. El trato venenoso que Billie dispensaba a su propio hijo pintaba un panorama sombrío de lo que Carrie debía de haber soportado como nuera.
Darse cuenta de ello retorció las entrañas de Reece, apagando cualquier atisbo de simpatía que hubiera sentido por Kristopher.
.
.
.