Mi exesposo frio quiere volver conmigo - Capítulo 1116
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Capítulo 1116
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Kristopher se movió como una tormenta. Agarró a Carrie por la muñeca y la tiró detrás de él con un tirón protector. Extendió la pierna y le dio una patada rápida en el estómago al hombre.
La fuerza lanzó al desconocido contra la pared mugrienta, y su cabeza golpeó el hormigón con un ruido sordo. Un moratón floreció en su abdomen grasiento, con la forma del zapato de Kristopher grabada en morado, testimonio de la furia del golpe.
El hombre se desplomó, aturdido, con los pensamientos revueltos, como si le hubieran sacudido el cerebro.
El ruido de unas botas anunció la llegada de más personas. Hombres con camisetas negras y pantalones de trabajo holgados entraron en el callejón, su corpulencia delatando los músculos que se escondían bajo la ropa informal. Dos de ellos se adelantaron y levantaron con facilidad al desconocido que gemía en la esquina, al que llamaban Sumner, como si fuera un saco de grano.
El grupo se mantuvo a distancia, con la mirada fija en Kristopher, temerosos de cruzarse en su camino. Se quedaron inmóviles, como estatuas, con Sumner colgando entre ellos, esperando órdenes.
Kristopher se volvió hacia Carrie y la sujetó con delicadeza por los hombros. La examinó de arriba abajo, con el ceño fruncido por la preocupación. —¿Estás herida? —le preguntó en voz baja, pero con urgencia.
Su mirada se detuvo en el abdomen de ella y una expresión de temor cruzó su rostro—. El bebé… ¿está a salvo?
La duda lo carcomía. ¿Era suyo el niño? La pregunta se retorcía en sus entrañas, aguda y desagradable.
Incluso si era de otra, quería que estuviera a salvo, quería que ella estuviera a salvo.
Carrie lo miró a los ojos, su respiración se estabilizó al ritmo de los latidos de su corazón. —Estoy bien —dijo ella, con voz suave pero firme.
Se inclinó hacia él, rozándole el pecho con la mejilla, sin querer separarse. Su calor atenuó el pánico que había sentido antes y se quedó allí, saboreando la fugaz calma.
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Kristopher bajó la mirada, esbozando una leve sonrisa. Solo está asustada, se dijo, disfrutando de aquella inusual cercanía.
Por un instante, se permitió imaginar que ese momento se prolongaba para siempre. La realidad lo devolvió a la realidad. Apretó la mandíbula y se volvió hacia Sumner, que ahora estaba en pie, sujetado por sus hombres.
Los pantalones cortos del hombre apenas le cubrían las caderas, y su aspecto desaliñado quedaba al descubierto bajo la dura luz de la habitación. Un charco oscuro se extendía bajo él sobre el cemento, y su olor acre delataba su terror.
Había perdido el control, un cobarde derrotado por el miedo.
Kristopher frunció los labios con disgusto. ¿Este miserable se atrevía a amenazar a Carrie? La idea encendió una furia fría en sus venas.
Los demás se movieron, arrugando la nariz por el olor, pero se mantuvieron firmes, esperando la orden de Kristopher. Él era su ancla y no se atrevían a actuar sin él.
El líder del grupo dio un paso adelante y su voz rompió la tensión. —Señor Norris, hemos atado al tipo al que ha noqueado antes. Una mujer se ha escapado, aún no la hemos encontrado.
Kristopher entrecerró los ojos y su tono se volvió gélido. —Entregad a estos dos a la policía.
El líder dudó y luego añadió: —Los miembros de la familia Morrison y la policía se dirigen hacia aquí. Hemos visto un coche de la familia Hinks siguiéndolos, con las ventanillas subidas. No hemos podido ver quién iba dentro.
Kristopher asintió, con la mente a mil por hora. Aún no tenía autoridad para manejar esto él mismo. La familia Morrison protegería a Carrie, eso lo sabía, pero eso no impedía que sintiera el deseo de hacer más, de protegerla él mismo.
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