Mi exesposo frio quiere volver conmigo - Capítulo 1115
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Capítulo 1115
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«¡Rompe!». Un estruendo sacudió la habitación cuando la puerta se abrió de una patada, haciendo que Carrie levantara la cabeza alarmada.
Sus ojos se abrieron como platos.
Allí, en el umbral, se encontraban unos ojos que ella reconocería en cualquier lugar.
Los ojos de Kristopher ardían con una furia feroz y tormentosa, con el peligro bullendo bajo la superficie. Solo cuando vio a Carrie, esa mirada letal se suavizó, aunque solo fuera un poco.
Se quedó en el umbral, a contraluz, con el rostro en sombra, los ángulos afilados y la fría determinación que le daban un aire de amenaza gélida.
Carrie se quedó paralizada, tomada por sorpresa, su mente bloqueó momentáneamente el hecho de que todavía estaba atrapada en las garras del secuestrador.
Por una fracción de segundo, la presencia de Kristopher le pareció una alucinación. La noche se había instalado en el exterior y el tenue halo detrás de él lo hacía parecer casi sobrenatural, como la muerte saliendo de las sombras.
Pero esa noche, la muerte no había venido por ella. Había venido a vengarse, un dios guardián y, a los ojos de Carrie, un salvador.
El hombre que sostenía a Carrie percibió un cambio en el aire. Esperando que Fraser o Lise entraran, levantó la vista y se encontró con un completo desconocido bloqueando la salida. Algo en el recién llegado lo inquietaba profundamente. Ni siquiera se había movido, pero el frío en el aire era inconfundible, lo que le provocó un impulso de salir corriendo.
Aun así, el hombre se plantó firme, tranquilizándose a sí mismo. El tipo parecía un niño rico y mimado, vestido de pies a cabeza con marcas de lujo; sin duda, no podía ser una amenaza real.
El secuestrador enderezó los hombros, frunció el ceño con aire amenazador y dijo: «¿Quién demonios eres? ¿Cómo has entrado aquí?».
Kristopher no dijo nada. Simplemente avanzó, paso a paso, con paso firme y medido.
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El pánico se apoderó de los ojos del hombre. Vestido solo con unos calzoncillos y con el cuchillo todavía tirado en la cama, buscó en vano por la habitación algo que pudiera usar como arma. Sin nada con qué defenderse, su única opción era apretar más fuerte el brazo alrededor del cuello de Carrie y retroceder poco a poco. Su voz se elevó, entrecortada por el miedo. —¡Fraser! ¡Fraser! ¿Dónde demonios estás?
Kristopher soltó una risa burlona y gélida y arrojó algo al suelo.
Sobresaltado, el hombre bajó la mirada: una cadena salpicada de sangre cayó a sus pies. La reconoció al instante. Era la cadena de Fraser. Un escalofrío lo recorrió. «
¿Qué… qué le has hecho a Fraser?», balbuyeó, con su bravuconería desmoronándose. Fraser siempre había sido el más despiadado, el que mantenía a todos los demás valientes. Con él cerca, atormentar a Carrie le había hecho sentir seguro. Pero si hubiera sabido que Kristopher aparecería, nunca habría cruzado esa línea. Ahora, el arrepentimiento lo carcomía, más afilado que cualquier cuchillo.
Carrie sintió el temblor en su mano. Arriesgó una mirada a su pálido rostro y luego volvió la vista hacia Kristopher. Aunque no recordara nada, había algo en los ojos de Kristopher, un mensaje silencioso. Una promesa.
¿Era esta su oportunidad? ¿Debía arriesgarlo todo?
La confianza invadió a Carrie como un reflejo, anclándola a Kristopher en medio del caos.
Sus miradas se cruzaron por un instante, y una promesa silenciosa surgió entre ellos. Sin previo aviso, ella levantó bruscamente la cabeza y su cráneo chocó contra la barbilla del desconocido con un crujido seco.
El hombre se tambaleó, con los ojos llenos de dolor mientras se agarraba la cara. Carrie había puesto toda su fuerza en el golpe, dejándolo aturdido.
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