Mi exesposo frio quiere volver conmigo - Capítulo 1082
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Capítulo 1082:
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—Gracias, doctor —dijo Carrie con torpeza, dando las gracias al médico antes de seguir a Kristopher hacia el vestuario.
Llegó primero a la puerta, se asomó y asintió rápidamente. —No hay nadie dentro. Entra. Te espero aquí. Llámame si necesitas algo.
—De acuerdo. —Kristopher la miró brevemente a los ojos, luego entró y cerró la puerta tras de sí.
Un minuto después, se oyó su voz desde dentro. —No puedo quitarme este collar. ¿Me puedes echar una mano?
Carrie frunció el ceño. ¿Un collar? Él nunca solía llevar uno. Pero no preguntó. Lo que llevara puesto ahora no era asunto suyo.
Al fin y al cabo, ahora eran desconocidos.
—De acuerdo —respondió.
Kristopher, encantado de que ella accediera, abrió lentamente la puerta del vestuario.
Carrie levantó la cabeza y su mirada se desvió, casi involuntariamente, de los abdominales marcados de Kristopher hasta las líneas esculpidas de su pecho. Él se inclinó ligeramente, lo justo para que el aroma limpio a sándalo de su aliento la envolviera como un hilo invisible.
Durante un instante, se quedó paralizada. Luego, volviendo en sí, se giró bruscamente y dio un paso atrás, evitando mirarlo a los ojos. —¿Qué estás haciendo? —
Una chispa de diversión iluminó los ojos de Kristopher, aunque puso cara de inocente—. ¿Qué? ¿No me dijo el doctor que me cambiara de ropa?
Carrie entrecerró los ojos. —Entonces, ¿por qué estás aquí medio desnudo? ¿No te dijo también que había ropa esperándote dentro? —Miró hacia la grieta de la pared cercana, donde se ocultaba el vestuario.
Kristopher abrió mucho los ojos con fingida sinceridad. —Ya te lo he dicho: necesito que me ayudes a quitarme este collar.
Carrie suspiró exasperada y puso los ojos en blanco. —Podrías haberte cambiado primero y haber salido a buscarme después. Esto sigue siendo un hospital, ¿sabes? Estar ahí desnudo en el pasillo… ¿No te da vergüenza que pueda pasar alguien?
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Kristopher asintió, aparentemente pensativo. —Tienes razón.
Justo cuando ella se relajó, pensando que por fin iba a volver, él extendió la mano. Le agarró la muñeca y, con un movimiento rápido, la empujó al vestidor con él, cerrando la puerta detrás.
El espacio era minúsculo, pensado para una persona como mucho. Ahora, con los dos dentro, cada respiración se sentía amplificada.
Ella se encontró casi pegada a él, presionando sutilmente hacia atrás para mantener una apariencia de espacio.
Decir cualquier otra cosa en ese momento le pareció inapropiado, así que se estabilizó la respiración y carraspeó torpemente. —Has dicho que necesitabas ayuda con el collar. ¿Cómo voy a hacerlo si sigues sujetándome la mano?
—Es verdad —Kristopher no discutió. La soltó y se inclinó ligeramente, bajando la cabeza hacia ella.
Ella instintivamente intentó retroceder, pero chocó con la pared detrás de ella. Atrapada.
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