Mi exesposo frio quiere volver conmigo - Capítulo 1053
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Capítulo 1053:
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Reece negó con la cabeza.
«No. El equipo de cámara solo tenía asignada la grabación de tu interpretación».
Luca intervino: «Pero no necesitamos una grabación. Todas las partituras presentadas en las evaluaciones se guardan en los archivos de la Asociación Musical. Cualquier miembro, ya sea profesor o alumno, puede solicitar acceso. Te conseguiré una copia después».
«Gracias», dijo Carrie con un gesto de asentimiento, aunque una pizca de confusión persistía en su corazón.
Su instinto le decía que no se trataba de una simple coincidencia. Pero hasta que no viera la partitura de Aliza con sus propios ojos, se reservaría su opinión.
Mientras tanto, Aliza había estado mirando discretamente a los miembros de la familia Morrison desde que Carrie regresó. Estaba desesperada por saber si habían hablado de su actuación, concretamente de la composición.
Pero sus voces eran demasiado bajas para entender nada.
Aliza había cogido a escondidas el borrador de la partitura de Carrie, pero no era tan tonta como para usarlo tal cual. Había encargado a tres personas diferentes que lo revisaran y modificaran exhaustivamente antes de atreverse a hacerlo suyo.
La suerte había estado de su lado ese día. No solo había tocado antes que Carrie, sino que esta se había ausentado brevemente durante su actuación. Aunque alguien notara alguna similitud más tarde, la cronología jugaba a su favor. No se podía acusar a quien tocaba primero de copiar al que le seguía.
Respiró hondo e intentó calmar sus nervios. Apartó la mirada de la familia Morrison, solo para encontrarse con Kristopher mirándola fijamente, con los ojos nublados por una emoción indescifrable.
Forzando una sonrisa, le preguntó con ligereza: —Kristopher, ¿por qué me miras así?
Kristopher esbozó una leve sonrisa.
—Nada. Lo has hecho muy bien. El cumplido la tomó por sorpresa. No había dicho ni una palabra cuando terminó su actuación. ¿Por qué ahora?
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Su instinto le decía que algo no iba bien, pero no se atrevió a indagar más, por miedo a que el más mínimo desliz pudiera delatarla. Forzando otra sonrisa, respondió con torpeza: «Me alegro de que te haya gustado».
Kristopher no dijo nada más. Volvió la mirada hacia el escenario, con expresión neutra, como si nada hubiera pasado.
Las luces se atenuaron y un silencio se extendió por el auditorio como una manta bien ajustada. Era el momento de la actuación de Carrie.
Como nieta de Josh Morrison, el legendario maestro, la expectación se palpaba en el aire como electricidad estática.
Los susurros se propagaron entre el público, ansioso por comprobar si la brillantez corría por las venas de los Morrison como un derecho de nacimiento.
Carrie se acercó al piano de cola con aplomo. Bajo el resplandor de los focos, se sentó en el banco y levantó las manos, con los dedos suspendidos en el aire. Entonces, con elegancia, comenzó a tocar. Las primeras notas salieron del piano como seda.
Desde la elegante curva de su cuello hasta el movimiento preciso de sus muñecas, cada gesto brillaba con una gracia adquirida con la práctica. Su interpretación no solo era un festín para los oídos, sino un delicado ballet de postura y expresión.
Pero no tardó mucho en cambiar el ambiente. Comenzaron a cruzarse miradas sutiles entre el público. Se fruncieron los ceños. Una silenciosa ola de confusión se extendió por la sección de la familia Morrison, con el asombro reflejado en sus rostros serenos.
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