Mi exesposo frio quiere volver conmigo - Capítulo 1049
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Capítulo 1049:
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En la mesa del jurado, varios mentores se inclinaron hacia sus compañeros y comenzaron a susurrar, sin poder ocultar su creciente impaciencia.
«¿Qué pasa con los aprendices de este año? Son todos muy mediocres. En años anteriores, al menos uno o dos destacaban».
Otro mentor respondió con una risita.
«Te estás volviendo más impaciente con la edad. Solo han subido unos pocos. Los mejores suelen aparecer más tarde».
Aunque hablaban en voz baja, sus comentarios llegaron a oídos de la familia Morrison, que estaba sentada justo detrás de ellos.
Arion dio un codazo a Carrie, sonriendo.
«¿Has oído eso? Tú eres lo más destacado. Al salir tarde, serás la gran final».
En ese momento, le tocó el turno a Aliza. Se levantó y caminó con confianza hacia el escenario, con su vestido dorado brillando bajo las luces.
El vestido estaba incrustado con cristales cosidos a mano, y un gran collar de diamantes brillaba con cada paso que daba. Cuando los focos iluminaron sus joyas, toda la sala se llenó de destellos de luz refractada.
Algunos mentores fruncieron el ceño.
«Parece más preparada para un concurso de belleza que para una evaluación musical», murmuró uno.
«Con todo ese brillo, no sé si tenemos que juzgar su actuación o sus joyas».
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Esos comentarios no pasaron desapercibidos para la familia Herrera, sentada cerca. Kristopher también los oyó.
Pero, a diferencia de los demás, Kristopher no se inmutó. Con las piernas cruzadas y una expresión indescifrable, se limitó a mirar el escenario.
Desde el coche en el que había elegido llegar hasta el ostentoso traje que ahora llevaba, Kristopher ya había previsto la atención negativa que Aliza atraería. Sin embargo, no había intervenido.
¿Cómo había podido considerar una alianza matrimonial con una familia tan superficial y tonta?
Una ola de culpa lo invadió. ¿Cómo había podido caer en un engaño tan obvio?
Peor aún era la traición que sentía hacia su propia madre, que había manipulado su pérdida de memoria para impulsar este compromiso, sin importarle su felicidad.
Mientras tanto, en el escenario, Aliza seguía ajena a las críticas que se susurraban sobre ella. Tras presentarse brevemente, se sentó al piano y comenzó a tocar. En cuestión de segundos, el escepticismo en los rostros de los jueces comenzó a dar paso a una sorpresa inequívoca.
En los últimos años, la Asociación Musical había seguido reclutando nuevos miembros, pero su reputación había caído silenciosamente en declive. El problema no era la falta de talento, ya que había muchas personas con talento, sino la uniformidad entre ellas. Su música se había vuelto demasiado limpia, demasiado calculada. Carecía de chispa, de alma. Todo sonaba pulido, pero formulista, como si estuviera moldeado a partir de un único y poco inspirado modelo.
La mayoría de estas estrellas en ascenso procedían de familias adineradas. Todos habían estudiado con maestros de renombre desde muy jóvenes, moldeados por manos de élite.
Aunque aprender de los grandes tenía sus ventajas evidentes, estar a su sombra tenía un precio. Estos maestros tenían estilos distintivos e identidades contundentes que dejaban una profunda huella. Crecer bajo su tutela no era tanto como ser educado, sino más bien como ser moldeado, comprimido en formas familiares. La originalidad de los alumnos había quedado enterrada, sus voces silenciadas bajo el peso de la tradición.
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