Mi exesposo frio quiere volver conmigo - Capítulo 1026
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 1026:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
Una pequeña cabaña de madera había quedado completamente aplastada, apenas reconocible.
Delante de ella, había un grupo de personas: algunas con equipo de rescate, otras con aspecto más de mercenarios que de médicos.
En medio de todo, Camille estaba arrodillada en la nieve, abrazando con fuerza a Albin.
Tenía los ojos cerrados y respiraba tan débilmente que había que fijarse mucho para saber si aún respiraba. Si el médico no hubiera confirmado que estaba vivo, Camille habría pensado que ya había fallecido.
Le presionó dos dedos en el pecho, buscando ese pequeño y frágil latido, y cuando lo sintió, las lágrimas brotaron de sus ojos.
—¡Albin, por favor! ¡Despierta! —sollozó, sacudiéndolo suavemente—. ¿No dijiste que querías estar conmigo? ¿Que querías casarte conmigo? ¡Pues mírame! ¡Abre los ojos!
Lloró aún más fuerte, sacudiéndolo de nuevo, desesperada por obtener alguna respuesta. Ya no parecía él mismo. Estaba demacrado, prácticamente esquelético, con la piel congelada y en carne viva. Su mandíbula, antes afilada, estaba oculta bajo una barba desaliñada, y su rostro estaba cubierto de llagas.
Habían rastreado Zimeron durante días antes de encontrar esta cabaña destrozada. Si los perros de búsqueda no hubieran detectado algo extraño en las cercanías, probablemente no la habrían encontrado.
El lugar estaba a varios kilómetros del lugar principal del desastre. En medio de las avalanchas, los derrumbes y el frío extremo, era un milagro que alguien hubiera sobrevivido.
Uno de los médicos se apresuró a acercarse y trató de apartarla con delicadeza. —Señorita Nixon, por favor. Tiene que soltarlo, está demasiado débil para esto. Tenemos que moverlo con cuidado.
Camille se quedó paralizada. Todo su cuerpo se tensó, como si estuviera sosteniendo lo más delicado del mundo y el más mínimo movimiento pudiera romperlo.
Retrocedió lentamente, con el rostro pálido y los brazos temblorosos. El equipo de rescate se movió con rapidez, levantó a Albin con cuidado y lo llevó rápidamente hacia la autocaravana que había delante. La habían convertido en una unidad médica, equipada con material suficiente para rivalizar con un pequeño hospital.
Camille se sentó aturdida en el suelo helado, con la mente lenta para procesar lo que acababa de pasar. Cuando finalmente asimiló la realidad, se puso en pie a toda prisa, desesperada por seguir a la ambulancia.
El frío era implacable. Sus piernas, entumecidas por estar tanto tiempo sentada en la nieve, se negaban a cooperar. Al ponerse de pie, tropezó y casi se derrumba de nuevo. Alguien que estaba cerca se apresuró a sujetarla. Agarrando con fuerza su mano, Camille suplicó: «Por favor, ayúdenme a llegar allí. Tengo que estar con Albin».
Pero en lugar de llevarla a la ambulancia, la persona le explicó amablemente: «Señorita Nixon, el espacio dentro es demasiado reducido. Los médicos apenas tienen espacio para moverse. Si va, solo les estorbará».
Camille no discutió. Solo pudo asentir con la cabeza, mientras las lágrimas le corrían silenciosamente por el rostro.
El viento helado de Zimeron secó sus lágrimas antes de que llegaran a sus labios. Su piel, en carne viva y agrietada por el frío, le escocía al filtrarse las lágrimas saladas por las grietas. Pero apenas notaba el escozor: sus pensamientos estaban consumidos por el sufrimiento de Albin.
Había sobrevivido acurrucando su alto cuerpo en un estrecho hueco de menos de un metro de altura. Cerca de allí, había encontrado un pequeño agujero en la nieve y había estado comiendo de él, nieve sucia y helada, solo para mantenerse con vida.
.
.
.