Mi esposo millonario: Felices para siempre - Capítulo 979
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Capítulo 979:
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Dustin ya estaba al límite, y su rostro se oscureció aún más cuando Joanne le bloqueó el paso.
—Joanne, ¿en serio? —espetó, apretando la mandíbula—. ¡No creas que el apoyo de mi madre te da derecho a controlarme! —Hizo un movimiento para empujarla a un lado.
Joanne no se inmutó. Su voz se volvió aguda. —¿No te dijo Dolores que ibas a reunirte con Linsey para hablar de negocios? ¿Por qué tienes ese aspecto tan serio? ¿Le ha pasado algo?
Dustin frunció aún más el ceño. No tuvo tiempo de preguntarse cómo sabía Joanne quién era Linsey. —Esto no te incumbe. Apártate.
Pero Joanne estaba aún más segura ahora: algo había salido mal.
Se mantuvo firme. «Sabes que estoy aquí porque tu madre me pidió que te vigilara. ¿No lo entiendes? Si me rechazas, ella solo te controlará más. ¿Crees que puedes escapar tan fácilmente? ¿Por qué no me llevas contigo? Fingiremos que vamos a una cita. Así será más fácil escabullirnos. ¿O crees que podrás pasar solo por delante de los guardias?».
Joanne habló tan rápido que Dustin apenas tuvo tiempo de responder. Al principio se había mostrado impaciente, pero al final, la lógica de ella lo tomó por sorpresa. Sorprendentemente, sus palabras tenían sentido.
Hester había conseguido una chica rica adecuada para mantenerlo alejado de Dolores. Y en ese momento, encontrar a Collin y Linsey era mucho más importante que cualquier otra cosa.
—Está bien, basta de charla. Vamos —dijo Dustin.
Llevar a Joanne con él no era gran cosa. Su única preocupación era que ella corriera a contarle a Hester que había ido a ver a Dolores otra vez. Pero esta vez salía a buscar a una amiga desaparecida. Ni siquiera Hester intentaría impedirlo.
Tal y como había advertido Joanne, los guardias los detuvieron en cuanto salieron de la villa.
—Señor Wade, su madre le ha pedido que se quede en casa unos días —dijo uno de ellos.
La visión de los guardias hizo que a Dustin le hirviera la sangre. Pero antes de que pudiera reaccionar, Joanne intervino con una dulce sonrisa.
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—El señor Wade me va a llevar de compras. Se lo explicaré a la señora Wade más tarde. Ella quiere que Dustin y yo nos llevemos mejor, ¿verdad?
Los guardias intercambiaron miradas. Hester les había dicho que les dejaran solos. Como Joanne había hablado, no tuvieron más remedio que dejarlos marchar.
«Entendido, señorita Ellis».
Se hicieron a un lado y les dejaron pasar.
Dustin frunció los labios. A veces le parecía que Joanne era más hija de Hester que él. Últimamente, Hester lo vigilaba como un halcón.
Por fin, salió de la lujosa villa, que parecía más una jaula dorada.
Al poco tiempo, Dustin y Joanne vieron el coche de Dolores aparcado en una zona abierta a dos kilómetros de distancia.
Dustin llevaba días sin ver a Dolores. Su corazón se aceleró de emoción.
—¡Dolores! —gritó, corriendo hacia ella con los brazos abiertos.
Pero en cuanto Dolores vio a Joanne detrás de él, se apartó con una mirada fría.
No esperaba que él trajera a otra mujer.
Tenía que ser la misma mujer que había contestado al teléfono antes. Dustin, sorprendido por su evasiva, casi chocó contra el coche.
—Dolores, yo…
Pero ella lo interrumpió, abriendo la puerta del conductor. Su voz era monótona. «Sube».
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