Mi esposo millonario: Felices para siempre - Capítulo 958
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Capítulo 958:
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No es protección. Es vigilancia.
Hester no solo estaba interfiriendo, sino que intentaba controlar cada paso que daba, por si acaso se encontraba con Dolores en secreto.
Dustin se quedó en silencio, apretando los labios. Entonces, una risa hueca se escapó de su garganta, seca y amarga.
Se dio la vuelta, parpadeando lentamente, luchando por contener el calor que sentía detrás de los ojos.
Así que esa era su respuesta. Estaba decidida a mantenerlo alejado de Dolores.
—Señor Wade… —comenzó uno de los hombres con cautela.
Dustin no los miró. Respiró hondo, temblorosamente. —Lo entiendo. No tenía sentido culparlos. Solo estaban haciendo su trabajo, cumpliendo sus órdenes. Aunque luchara contra ellos, no cambiaría nada.
Y si presionaba demasiado, Hester haría exactamente lo que había amenazado. Iba a por Dolores y el Grupo Davidson.
Cuatro años. Había visto a Dolores dedicarse en cuerpo y alma a salvar esa empresa, trabajando día y noche para sacarla del abismo.
Sabía lo que le había costado. Si todo lo que ella había construido se desmoronaba por su culpa, no estaba seguro de poder vivir con eso.
Una opresión le subió por el pecho, constriñéndole la garganta. Se dio la vuelta, tratando de tragar el nudo que se le había formado.
Entonces vibró su teléfono.
Dustin se tensó. Lo sacó del bolsillo y miró la pantalla.
Era Collin.
Contuvo la respiración, apretó el puño y respondió.
—Hola, Collin. ¿Qué tal?
Su voz sonaba tranquila. Demasiado tranquila.
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Pero tras una breve pausa, otra voz respondió. «Soy yo».
El sonido de su voz le partió algo por dentro. Su expresión cambió por completo. Sus ojos brillaron y se giró bruscamente, abriendo la puerta del coche y deslizándose hacia el asiento del conductor. «De acuerdo. Te escucho».
Sin mirar al grupo que estaba fuera, se puso el auricular Bluetooth y volvió a arrancar el motor.
Pero esta vez no se dirigió a la casa de Collin.
Por el espejo retrovisor, vio al personal apresurarse a subir a su coche, siguiéndole una vez más.
Dustin no reaccionó. Apretó los nudillos contra el volante. Entonces se oyó la voz de ella, suave, firme, como un bálsamo para la tormenta que se desataba en su interior.
«¿Estás bien?», preguntó Dolores.
En cuanto Dustin escuchó esas palabras, su rostro se transformó con una mezcla de emociones.
Esperaba que Dolores se quejara o le preguntara algo tajante, pero no hizo nada de eso.
En cambio, simplemente le preguntó cómo estaba, como si nada hubiera pasado. Eso le dolió más que nada.
—Estoy… estoy bien —dijo Dustin, luchando por controlar sus emociones. Aun así, su voz temblaba ligeramente.
Preocupado por que ella se diera cuenta, rápidamente preguntó: «¿Y tú? ¿Sigues en casa de Collin?».
Dolores soltó una risita. Su voz era tranquila, como si los últimos días no hubieran pasado. «Sí. Linsey quiere que me quede unos días más».
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