Mi esposo millonario: Felices para siempre - Capítulo 949
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Capítulo 949:
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Se daba cuenta de que ella estaba evitando mirarlo a los ojos.
Recordando las recientes palabras de Hester, Dustin desvió lentamente la mirada, ocultando la pesadez que sentía en su interior.
Permaneció en silencio, sin hacer ningún gesto para impedir que Dolores se marchara con los niños.
Después de un momento, Dustin se volvió hacia Hester, que esbozaba una leve sonrisa burlona, y le preguntó con voz ronca: «Mamá, ¿por qué?».
Hester no respondió de inmediato. En cambio, ordenó secamente: «Vamos a casa».
Dustin apretó la mandíbula con frustración, deseando aclarar las cosas con Hester de inmediato.
Pero, pensando en todos los años de cuidados y orientación que ella le había dedicado, se tragó su irritación.
«Está bien», murmuró, asintiendo a regañadientes.
Cuando Dolores llegó a casa de Collin con los dos niños, Linsey y Collin seguían ocupados preparando la cena en la cocina.
«¡Ya has vuelto, Dolores!». Al verlos, Linsey se quitó el delantal, se limpió las manos y se acercó con una cálida sonrisa.
—¡Mamá! —Zenia y Zander se lanzaron a los brazos de Linsey y se acurrucaron contra ella con alegría despreocupada—. ¡Te hemos echado mucho de menos!
—Yo también os he echado mucho de menos —respondió Linsey, con el rostro iluminado mientras les devolvía el cariño. Entonces, al levantar la vista, se fijó en la mirada distante que nublaba el rostro de Dolores.
Después de más de veinte años de amistad, Linsey supo al instante que algo iba mal.
Sus ojos se posaron en la puerta cerrada detrás de Dolores y se dio cuenta de que Dustin no había regresado con ellos.
Eso lo confirmó: Dustin era el centro del problema.
Collin apareció con platos de comida en las manos.
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Linsey le lanzó una mirada sutil.
Entendiendo la señal, Collin tomó las manos de los niños. «Muy bien, vosotros dos, vamos a lavaros las manos».
«Collin, Zander dice que eres nuestro papá. ¿Es verdad?», preguntó Zenia inocentemente, siguiéndolo al baño.
Zander la corrigió: «Zenia, deberías llamarle papá».
Collin se rió entre dientes. «No te preocupes, llámame como te parezca mejor». La puerta del baño se cerró con un clic.
Linsey tomó suavemente la mano de Dolores, sacándola de sus pensamientos. —Dolores, ¿qué pasa?
Dolores parpadeó, volviendo al presente, y esbozó una débil sonrisa. —Linsey, de repente me encuentro mal. Creo que necesito descansar un poco.
Aunque Dolores tenía una sonrisa en el rostro, Linsey se dio cuenta de que no había alegría en sus ojos.
Parecía completamente abatida.
Linsey apretó los labios y tiró suavemente de Dolores hacia dentro. —Collin y yo acabamos de contratar a una ama de llaves encantadora. La habitación de invitados está limpia y ordenada, con sábanas limpias y todo. Deberías ir a tumbarte un rato.
Dolores dudó, con voz baja. Quería decir que no.
Linsey y Collin acababan de volver a estar juntos. Dolores no quería ser una molestia.
Pero Linsey le agarró la mano con fuerza. Bajó la voz y dijo: «Dolores, no me engañas. Te conozco demasiado bien».
Bajó la mirada y acarició con sus cálidos dedos el dorso de la fría mano de Dolores.
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