Mi esposo millonario: Felices para siempre - Capítulo 937
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Capítulo 937:
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Respiró temblorosamente antes de continuar: «Ese día, cuando fui a tu casa, vi el collar. Pensé… que quizá era tu forma de darme una sorpresa».
Antes de que pudiera decir nada más, Collin soltó una risa fría y burlona. Peor que el sonido fue la forma en que la miró: fría, cortante, implacable.
Las palabras se le atragantaron en la garganta y la frágil expresión que había logrado esbozar se desvaneció en un instante.
El peso de su presencia la oprimía, dejándola completamente incapaz de responder.
Incluso el personal de la casa Walton, disperso en silencio por la habitación, se quedó tan rígido que ninguno se atrevió a respirar.
Ni un solo sonido resonó en la habitación, solo el frenético ritmo de los latidos del corazón de Haven llenaba sus oídos.
Ni siquiera Kase tenía palabras para llenar el silencio, y una punzada de incomodidad le oprimía el pecho.
Justo cuando parecía que Collin iba a estallar de furia, Linsey, que había permanecido en silencio hasta ese momento, le tocó suavemente la manga.
—Collin, estás asustando a todo el mundo —dijo ella con una voz suave como la brisa, que derritió la tensión que se había dibujado en el rostro de él.
Una pequeña sonrisa se dibujó en los labios de Collin mientras miraba a Linsey. Levantando ligeramente las cejas, le preguntó en voz baja: «¿Te he asustado también?».
Con una mirada juguetona, Linsey le dirigió una mirada que era en parte regañona y en parte cariñosa. Sus ojos le decían claramente que ella se encargaría de todo. Collin captó la señal y no dijo ni una palabra más. Simplemente bajó la cabeza y le acarició los dedos con suavidad.
La escena dejó a todos los presentes paralizados, incluido Haven. Ver a Collin, el temido poderoso de Grester, mostrar un afecto tan sincero era nada menos que impactante.
Nadie en Grester había visto nunca a Collin así. La gente hablaba de su crueldad y su fuerza, no de esta versión de él, tierno y completamente enamorado.
La envidia se apoderó de Haven mientras observaba cómo se desarrollaba la escena.
Todo lo que Linsey tenía ahora debería haber sido suyo.
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En solo unos segundos, toda la envidia que había intentado enterrar volvió a aflorar.
El miedo que sentía hacia Collin dio paso a algo más oscuro, y sus ojos se clavaron en Linsey, rebosantes de rencor.
Linsey se dio cuenta. Tranquila y serena, devolvió la mirada a Haven sin pestañear, plenamente consciente de lo que había detrás.
En lugar de responder con irritación, dejó que una pequeña sonrisa cómplice se dibujara en sus labios.
Una sombra de tensión cruzó el rostro de Haven, que frunció el ceño en cuanto oyó aquellas palabras.
Sin mirar la mano de Collin que jugaba con la suya, Linsey comenzó a hablar, con voz tranquila pero deliberada. —Señorita Walton, supongo que se da cuenta de que no hemos venido hasta aquí solo para recuperar la Estrella del Desierto.
La mención hizo que el corazón de Haven diera un vuelco. Al instante, su mente voló hacia lo único que esperaba que no se mencionara: la repentina muerte de Gorman. Justo en ese momento, el tono de Linsey se hizo más grave, y cada palabra sonó con más peso. —Como Collin explicó antes, es imprudente acusar a alguien de robo sin pruebas sólidas…
Hizo una pausa. Sus ojos, fríos y calculadores, se posaron una vez más en Haven.
«O de asesinato».
La última palabra tocó la fibra sensible de Haven.
Reaccionó violentamente, gritando con ira: «¿Qué estás tratando de decir, Linsey? ¿Me estás acusando de asesinato ahora?».
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