Mi esposo millonario: Felices para siempre - Capítulo 917
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Capítulo 917:
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Las facciones de Collin se endurecieron con gravedad. «Envié a Dustin a buscar a Zenia a tu residencia actual. Tu prematuro traslado retrasó su llegada para ayudarme».
Linsey se dio la vuelta para mirar a Collin, con los ojos abiertos de nuevo por el asombro.
Así que Collin había planeado rescatar a Zenia todo el tiempo.
No tenía por qué haber aparecido hoy. Con sus vastos recursos, debe haber anticipado las intenciones asesinas de Gorman.
Sin embargo, llegó solo y vulnerable, sin un solo aliado a su espalda.
Linsey se dio cuenta de ello y descubrió los verdaderos motivos de Collin. Su preocupación por la seguridad de ella le había llevado a esta temeraria misión en solitario.
Ninguno de los dos había previsto la inesperada intrusión de Kylee.
Incluso Gorman se había ofrecido como escudo viviente para protegerla.
«No estaba al tanto de lo que habíais dispuesto para Zenia. La liberé antes de tiempo sólo para tranquilizar a Linsey», murmuró Gorman, con su intensa mirada clavada en el rostro de Linsey, cada palabra medida y deliberada.
Las emociones se agitaban violentamente en el pecho de Linsey. Desconcertada, se esforzaba por componer sus rasgos para que parecieran coherentes cuando se enfrentaba a Gorman.
Se había convencido a sí misma de que Gorman había descendido irremediablemente a la locura.
Sin embargo, verle sangrar por las heridas recibidas en su defensa reveló una complejidad que ella se había negado a ver.
«Silencio, Gorman. Conserva tus fuerzas», murmuró Linsey, luchando contra la constricción de su garganta mientras respiraba tranquilamente.
«Linsey, es mi corazón el que lleva la herida», susurró Gorman con una sonrisa frágil y pesarosa.
Su mirada se detuvo en su rostro durante un instante antes de que sus dedos envolvieran repentinamente los de ella, aferrando su mano con sorprendente fuerza.
Linsey se estremeció cuando el calor…
Esparcida por la palma de su mano, la sangre de Gorman se filtró entre sus manos unidas, carmesí y acusadora.
Sus palabras reverberaron en su conciencia, desatando un maremoto de horror que se estrelló contra su caja torácica.
La hoja le había atravesado el corazón.
La vida escarlata se le escapaba con cada respiración agitada.
Y aún así, ninguna sirena ululante anunciaba la llegada de la ambulancia.
Aunque lo hubieran enviado desde el hospital más cercano, pasarían unos minutos preciosos antes de que la ayuda pudiera llegar hasta ellos. Los minutos, ahora, eran un lujo que Gorman no podía permitirse.
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