Mi esposo millonario: Felices para siempre - Capítulo 888
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Capítulo 888:
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A Linsey se le llenaron los ojos de lágrimas. Sentía un nudo en la garganta que le impedía hablar, pero se obligó a girarse y mirar a Gorman, que estaba de pie a varios metros de distancia. Abrió la boca, pero no salió ningún sonido.
Le costó un gran esfuerzo respirar, pero al fin pudo pronunciar las únicas palabras capaces de atravesar su dolor. «Gorman, realmente has ido demasiado lejos.»
Gorman arqueó una ceja y esbozó una sonrisa socarrona al mirar a Caylee, que agachó la cabeza como una flor marchita. Volviéndose hacia Linsey, le dijo: «Linsey, no te estarás creyendo su historia, ¿verdad? ¿Has olvidado lo que te dije ayer? Caylee se ha estado embolsando tranquilamente mi dinero».
Caylee abrió mucho los ojos, presa del pánico. «¡No he mentido!», soltó, con voz temblorosa.
Se volvió hacia Linsey, con la mirada suplicante, desesperada por salir del agujero. «¡Linsey, te juro que todo lo que dije es verdad!»
Gorman soltó una risita suave y burlona y se acercó como un gato jugando con su presa. «Caylee, ¿qué sentido tiene atrincherarse? Aceptaste ser mi mensajera para las facturas médicas de tu abuela. ¿Recuerdas la última vez? Zander cogió a Zenia y se largó porque le contaste lo de Collin, ¿verdad?».
Después se dejó caer en el sofá, todo soltura y fanfarronería, cogió una taza de la mesa y la hizo rodar perezosamente en su mano. «Si yo soy culpable de algo, tú estás igual de hundida en el fango, Caylee. ¿Un cómplice como tú? Linsey no confiaría en ti ni de lejos».
El rostro de Caylee se arrugó y la desesperación la invadió como una marea fría. Una sonrisa amarga y burlona se dibujó en sus labios. ¿Cómo iba a enfrentarse a Linsey ahora?
Era la cómplice de Gorman, después de todo.
Linsey sabía de sus negocios turbios con Gorman desde hacía tiempo. Linsey ya no la creería.
Caylee casi podía ver cómo le daba vueltas la cabeza a Linsey. Linsey podría sospechar que había entrenado a aquellos niños para que dijeran cosas crueles delante de Zenia o, peor aún, que había orquestado todo aquel drama para sembrar semillas de duda y tristeza en el corazón de Zenia.
Caylee abrió la boca, buscando palabras para salvarse. Pero la voz de Linsey la interrumpió. «Gorman, ¿te gusta revolver la olla?»
La mirada de suficiencia de Gorman vaciló y sus cejas se fruncieron lo suficiente como para delatar su sorpresa.
«Tú eres la que ha tendido una trampa a esos chicos para que acosen a Zenia, haciéndola sentir que es menos que ella», espetó Linsey.
El recuerdo del rostro bañado en lágrimas de Zenia pasó por su mente, apuñalando su corazón.
Durante cuatro años, Linsey se había volcado en la crianza de esos niños. Lo que tuvieran otros niños, ella movería cielo y tierra para darles lo mismo.
Hasta hoy, los niños nunca habían sentido el escozor de no tener un padre.
Pero la cruel maniobra de Gorman había arrojado una oscura sombra sobre el corazón de Zenia. Como Linsey siempre había sospechado, a Gorman le importaban un bledo sus hijos. Ahora era nada menos que un demonio a sus ojos.
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