Mi esposo millonario: Felices para siempre - Capítulo 701
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Capítulo 701:
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Linsey entregó los documentos al juez. «Ambos estamos de acuerdo con el divorcio. No tengo objeciones. Gracias.»
Collin la miraba fijamente. Parecía tranquila, pero para él se alejaba cada vez más.
Respiró lentamente, puso sus papeles sobre la mesa y dijo en voz baja: «Yo tampoco tengo nada que objetar».
Sus palabras golpearon a Linsey como agujas. Se le apretó el corazón.
Inclinó la cabeza, apretó los puños y contuvo las lágrimas.
El juez tomó los documentos de ambos y completó el proceso. Luego los miró y dijo: «Todo está finalizado. ¿Alguno de ustedes tiene preguntas?»
Linsey se levantó rápidamente. Tenía la cara tensa. Sacudió la cabeza y se dio la vuelta para marcharse.
En ese momento, sintió un calor familiar en su muñeca: el tacto de Collin. Era seco y firme, pero lleno de emoción. La mano le tembló por la repentina oleada de sentimientos.
La respiración de Linsey se aceleró de repente. Se giró bruscamente y su cuerpo reaccionó instintivamente, tratando de apartarse.
Pero antes de que pudiera forcejear más, Collin la soltó. Sus ojos se posaron en su mano derecha. «¿Ya tienes mejor la mano?», le preguntó en voz baja.
Ante esa simple pregunta, toda la rabia, todas las palabras que Linsey había reprimido, se dispersaron como polvo en el viento.
Una oleada de tristeza se apoderó de su pecho. Volvió la cara, parpadeando. «Estoy perfectamente», dijo, con la voz entrecortada por la emoción.
Collin no pareció notar la tensión en su tono. Un pequeño suspiro salió de sus labios y una leve sonrisa se dibujó en la comisura de sus labios. «Eso está bien», murmuró.
Luego, despacio y con cuidado, añadió: «Cuídate, Linsey. He oído que has dimitido. Tanto si sigues trabajando en diseño como si eliges otra cosa… te deseo lo mejor».
Por mucho que lo intentara, Linsey ya no podía contener las lágrimas.
Ella lo miró a través de sus lágrimas y dijo suavemente: «Tú también». Luego se dio la vuelta y se alejó, sin detenerse, sin mirar atrás.
Collin se quedó helado, mirando en la dirección en que ella se había ido. Incluso mucho después de que ella entrara en el coche de Gorman y desapareciera calle abajo, él no se movió.
Hasta que no llegaron otras parejas a solicitar el divorcio, Collin no se recompuso y salió, con pasos pesados y lentos.
Dentro de su coche, metió la mano en el bolsillo y sacó con cuidado una pequeña y elegante caja.
Al abrirlo, descubrió un par de alianzas, delicadas, bellamente elaboradas, encajadas entre sí.
Los miró sin comprender. Una sola lágrima resbaló por su mejilla y cayó sobre los anillos, su rastro brilló en el metal.
De repente, su respiración se entrecorta y un jadeo ahogado se le escapa mientras la tristeza baña su rostro.
Su mano tembló al sacar el anillo masculino de la caja. En silencio, se lo colocó en el dedo anular izquierdo.
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