Mi esposo millonario: Felices para siempre - Capítulo 684
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Capítulo 684:
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Ahora, con la revelación de que Carol no era la hija biológica de los Lawson, Linsey sentía que todo tenía sentido.
Cruz, que había superado muchos retos como veterano dirigente del Grupo Lawson, se sintió inicialmente sorprendido por la revelación, pero enseguida se serenó.
Aunque aturdido y desconsolado por la repentina noticia, se recompuso y dijo cortésmente al médico: «Gracias. Empezaremos a buscar un donante adecuado de inmediato y, por favor, infórmenos de inmediato si hay alguna noticia prometedora.»
El médico asintió con la cabeza. «Por supuesto.»
Cuando los médicos se marcharon, un gran silencio llenó inmediatamente el pasillo.
Myla cerró los ojos enrojecidos por las lágrimas, con el rostro marcado por una profunda angustia mientras miraba a Cruz. Intentó hablar, pero las palabras le fallaron.
Sintiendo el profundo dolor de su mujer, Cruz la estrechó entre sus brazos. Su abrazo le transmitió comprensión y apoyo, reconociendo su desesperado deseo de encontrar a su hija biológica.
Hacía años que estaban seguros de tener una hija. Ahora, al saber que Carol no era su hija biológica, se preguntaban dónde estaría su verdadera hija.
Sin embargo, lo urgente era encontrar un donante adecuado para Jeffery. Intentando recuperar la compostura, Myla consiguió decir: «Jeffery, volvamos a tu habitación. El médico ha dicho que tu estado está empeorando y necesitas descansar».
Cogió a Jeffery de la mano y le guió hasta su habitación.
Una vez que la familia Lawson hubo salido, Linsey y Gorman no vieron ninguna razón para permanecer en el pasillo.
«Vámonos. Tengo algo para ti», sugirió Linsey, adelantándose unos pasos.
Aunque tenía sus dudas, sabía que debía discutirlas más a fondo con Gorman.
Gorman, que seguía apoyado en la pared, vio alejarse a Linsey y sonrió satisfecho.
De repente, el sonido de pasos rápidos y pesados rompió el silencio.
A Linsey se le aceleró el corazón e instintivamente se dio la vuelta, sólo para ver que Carol se acercaba rápidamente, con el rostro retorcido por la furia, empuñando un palo.
¡»Linsey»! ¡Tú orquestaste esto! ¡Te haré pagar a ti y a tu hijo nonato!»
Los acontecimientos se desarrollaron tan deprisa que Linsey no pudo reaccionar a tiempo. Mientras el palo se precipitaba hacia ella, su mente se quedó completamente en blanco.
«¡Linsey!»
En un instante, se encontró envuelta en un cálido y amplio abrazo. El escalofriante sonido del palo golpeando el hueso resonó en el corazón de Linsey.
Sus ojos se abrieron de golpe al levantar la vista y ver a Gorman de pie, protector, frente a ella. La abrazaba con fuerza, rodeándola con sus brazos.
Sin embargo, su rostro palidece rápidamente, delatando el intenso y punzante dolor de su espalda. Pronto, un sudor frío empapó su rostro.
Con un fuerte estrépito, Carol dejó caer el bastón y huyó.
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