Mi esposo millonario: Felices para siempre - Capítulo 673
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Capítulo 673:
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Collin no habló. Linsey permanecía en silencio, con expresión tranquila, pero la mirada firme y segura.
«De acuerdo».
El repentino sonido de su voz hizo que el corazón de Linsey diera un vuelco.
Levantó la vista bruscamente y se encontró con su mirada. Sus ojos eran profundos, ilegibles.
«No tienes que preocuparte. No te perseguiré. Estaré en el juzgado en cuatro días para finalizar el divorcio».
Linsey asintió lentamente, ocultando el dolor tras su calma. «De acuerdo».
Los ojos de Collin, antes siempre llenos de calidez cuando miraba a Linsey, ahora brillaban con un tranquilo tono rojo. La miraba fijamente como si memorizara cada detalle de su rostro, tratando de retenerla en su corazón.
«¿Estás bien?», preguntó en voz baja, con un tono de preocupación.
Linsey hundió las yemas de los dedos en la palma de la mano, lo suficiente como para no perder los pies en la tierra. Sus emociones estaban demasiado a flor de piel.
«Estoy bien», respondió en tono tranquilo. Se miró la mano, aún envuelta en capas de vendas blancas. «Mi mano se curará en unos días».
No podía dejar que se enterara de su embarazo, no cuando acababa de aceptar dejarlo ir. Si Collin se enteraba, nunca se iría.
Los ojos de Collin se quedaron clavados en ella, como si estuviera tratando de asimilar lo suficiente de ella en este único momento para toda la vida.
Linsey sintió una punzada en el pecho. Separó los labios para decirle que era hora de irse. Pero antes de que pudiera hablar, Collin rompió el silencio.
«¿Era la sorpresa que tenías planeada para mí ayer?», preguntó, con la voz baja y un poco áspera.
Linsey se puso rígida. El corazón le dio un vuelco. Se dio la vuelta rápidamente y se llevó la mano a la cara para cubrirse las lágrimas que ya se le estaban acumulando.
Sacudió la cabeza, incapaz de hablar. Las palabras quedaron atrapadas entre su garganta y su corazón.
Al ver su reacción, Collin esbozó una leve y desconsolada sonrisa. «Bien… Nos vamos a divorciar. Supongo que ya no recibiré sorpresas tuyas».
Linsey se mordió el labio con fuerza. Una lágrima cálida resbaló por su mejilla, luego le siguió otra.
Collin se giró lentamente y puso la mano en la puerta.
Dudó, luego miró hacia atrás por última vez, con voz suave y llena de tristeza. «Lo siento, Linsey. Cuídate. Ahora me voy».
Abrió la puerta. Justo antes de salir, susurró en voz baja: «Cariño, no llores».
La puerta se cerró suavemente tras él, pero el sonido resonó como un trueno en el corazón de Linsey.
El silencio que siguió a su marcha fue demasiado para soportarlo. Se le doblaron las rodillas y se agachó en el suelo, con los brazos apretados alrededor de las piernas. Enterró la cara y dejó que el dolor brotara en sollozos ahogados e impotentes. No supo cuánto tiempo lloró. Los minutos pasaban borrosos.
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