Mi esposo millonario: Felices para siempre - Capítulo 627
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Capítulo 627:
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«Es una auténtica belleza. Nos ha tocado el gordo», comentó otro.
Una oleada de repulsión y pánico invadió a Linsey al darse cuenta de lo que pretendían. Se volvió bruscamente hacia Carol, con los puños apretados por la desesperación. «Carol, no puedes hacer esto. Esto es un crimen».
La mueca de Carol se acentuó. «¿Asustada ahora? Imagínate cuando todo el mundo vea ese vídeo. Tu reputación quedará destruida. No puedo esperar a ver cómo intentas sobrevivir en esta ciudad después de eso».
Alexa, tras oír la cruel amenaza de Carol, comprendió por fin la profundidad del plan de su jefa. Inquieta, miró a Linsey y a los hombres. La situación se había agravado mucho más de lo que ella esperaba.
Linsey estaba completamente en inferioridad numérica e indefensa, con las manos aún atadas a los postes de la cama. Alexa apenas había conseguido disuadir a Carol de mutilar físicamente a Linsey, pero ahora las cosas habían tomado un cariz aún más oscuro.
«Carol, ¿el plan no era sólo confrontarla con la verdad sobre su marido?». Alexa susurró, acercándose, su preocupación creciente. En su mente, exponer el engaño de Collin sería lo suficientemente devastador para alguien con principios como Linsey. Tal vez Linsey incluso lo abandonaría, dándole a Carol la oportunidad de tener la vida que deseaba.
Pero Alexa había subestimado la crueldad de Carol.
La expresión de Carol se retorció de furia. «Siempre te metes en mis asuntos. No eres más que una sirvienta: haz lo que te digo y cállate. Lárgate».
Alexa agachó la cabeza, acallada por el miedo.
El humor de Carol se había vuelto peligrosamente impredecible, y ahora, incluso Alexa estaba demasiado asustada para protestar.
Tras expresar su furia, Carol dijo a los hombres: «Ahora es toda vuestra. No olvidéis enviarme el vídeo después». Asintieron con la cabeza.
Carol miró a Linsey por última vez, con una sonrisa llena de malicia, como si ya estuviera presenciando su caída.
«Espero que esto te divierta, Linsey», se burló Carol, y su sonrisa se ensombreció. «Y recuerda bien este día: también es el día en que pierdes a tu hijo nonato».
Los ojos de Linsey se abrieron de golpe y su cuerpo tembló mientras miraba con odio la figura de Carol, que se retiraba.
Tenía que mantener la compostura. Su prioridad era idear un plan de huida. El pánico no conseguiría nada.
La puerta se cerró de golpe.
«No te preocupes, preciosa. Estamos aquí para cuidar de ti», se burló uno de los hombres.
«¿Y un bebé en camino? Eso sólo añade diversión», añadió otro alegremente.
Sus manos se rozaron mientras sonreían, avanzando hacia la cama.
Un escalofrío de terror recorrió a Linsey cuando sus vulgares comentarios llenaron la sala.
Un hombre se sentó en el borde de la cama y su mano sucia se acercó a ella.
Rompiendo su silencio, Linsey habló. «¿Cuánto te ofreció Carol? Pagaré el doble».
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