Mi esposo millonario: Felices para siempre - Capítulo 521
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Capítulo 521:
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Mientras tanto, después de terminar sus compras, Linsey y Dolores se dirigieron a un restaurante cercano para comer.
—Linsey, sigo sin fiarme de las intenciones de Carol. Tienes que tener cuidado, no caigas en una trampa —dijo Dolores, girando el tenedor en el plato de espaguetis, con tono serio.
Linsey compartía la misma sospecha. Asintió con la cabeza, pero el pensamiento le quitó el apetito.
—No te preocupes. Tendré cuidado. Dudó antes de añadir en voz baja: —La verdad es que no trato mucho con Carol. Es una Lawson, venimos de mundos completamente diferentes. Solo hablamos de diseño, nada más.
Dolores se burló. —Eso es lo que me preocupa. Una niña rica y mimada como ella podría complicarte las cosas fácilmente. No seas demasiado obediente. No sigas sus órdenes ciegamente.
La preocupación de Dolores hizo sonreír a Linsey. —No tienes que preocuparte por mí. Estaré bien.
Cambiando de tema, preguntó: —Por cierto, no he sabido nada de ti. ¿Cómo has estado?
Mientras hablaba, se sirvió sopa en el plato, demasiado absorta como para notar el breve destello de tristeza que cruzó el rostro de Dolores.
«¿Qué podría pasar? Estoy muy bien». Dolores mantuvo un tono alegre y esbozó una sonrisa. No quería cargar a Linsey con sus problemas. Había dos razones para ello. En primer lugar, Linsey estaba embarazada. Si le contaba lo que le preocupaba, sin duda se preocuparía y se agotaría.
Al pensar en la otra razón, una pizca de tristeza brilló en los ojos de Dolores. Si las cosas se desmoronaban, Linsey no se vería afectada.
La voz de Linsey era suave. —No deberías exigirte tanto. Por muy exigente que sea el trabajo, nada es más importante que tu bienestar.
Dolores soltó una risita. —Si bajo el ritmo, ¿quién se encargará de todo?
Linsey sintió que una ola de calor le invadía el pecho. Se inclinó sobre la mesa, tomó la mano de Dolores y le dijo con tono sincero: —No tienes por qué cargar siempre con todo tú sola. Déjame estar ahí para ti también.
Dolores arqueó una ceja y miró con picardía el vientre de Linsey. —Ya volveremos sobre eso cuando haya nacido el bebé.
Luego empujó un plato hacia Linsey. —Come. Dijiste que estabas hambrienta, pero apenas has tocado nada.
Linsey exhaló con una pequeña sonrisa. —Hace un momento tenía hambre, pero ahora no sé por qué se me ha quitado el apetito.
Antes de que Dolores pudiera responder, el teléfono de Linsey vibró. Ella miró la pantalla e inmediatamente una sonrisa suave y radiante se extendió por su rostro.
Dolores ni siquiera tuvo que preguntar. —Déjame adivinar: ¿Collin?
Los ojos de Linsey brillaron. —Sí.
Como si algo acabara de encajar, añadió rápidamente: —¡Oh! No puedo dejar que se entere de que hoy fui al hospital para una revisión. Esto queda entre nosotras.
Después de recordárselo a sí misma y a Dolores, finalmente contestó el teléfono.
—Linsey, ¿dónde estás?
En cuanto oyó la voz de Collin, una extraña sensación de inquietud se apoderó de ella.
—Estoy fuera, almorzando con Dolores. ¿Por qué? —respondió en voz baja.
Collin se rió entre dientes. —No has contestado enseguida, pensaba que estabas echando la siesta.
Linsey frunció los labios. —¿Tú crees que duermo tanto? Ya es más de mediodía. ¿Cómo voy a estar todavía en la cama?
Luego, bromeó: «¿A qué viene esa llamada tan repentina? ¿No hablamos anoche?».
Hubo una breve pausa antes de que la voz profunda y afectuosa de Collin se escuchara. «Es que te extraño, cariño».
Linsey sintió que el calor le subía por el cuello y, en cuestión de segundos, se sonrojó. Al otro lado de la mesa, Dolores permanecía en silencio, pero era evidente que se estaba divirtiendo, disfrutando de lo nerviosa que se había puesto Linsey.
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