Mi esposo millonario: Felices para siempre - Capítulo 499
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Capítulo 499:
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«A este paso, la señorita Lawson podría convertirse en su esposa».
Carol, ahora animada tras afirmar su dominio, se dirigió con confianza a la planta superior.
Mientras tanto, dentro de la sala de conferencias, Collin revisaba los últimos detalles de una importante reunión.
Guiada por un asistente, Carol entró y sus ojos se fijaron al instante en el hombre que había ocupado sus pensamientos durante días. En cuanto lo vio de nuevo, su admiración se intensificó.
Su corazón se aceleró ligeramente.
—Señor Riley —lo saludó con una sonrisa recatada, avanzando con elegancia.
Collin, sin molestarse en levantar la vista, habló en un tono neutro. —¿Qué te trae por aquí?
Carol no se desanimó por su actitud fría.
Un hombre de éxito como él tenía que ser un poco distante, era lógico.
Además, con su belleza, estaba segura de que, en cuanto Collin pasara más tiempo con ella, se daría cuenta de su valía.
Conquistar su corazón solo sería cuestión de tiempo.
—Señor Riley, vengo a entregarle una invitación —dijo, entregándole un elegante sobre—. Se acerca mi cumpleaños y mi familia va a celebrar una fiesta. Me gustaría invitarle a asistir.
Luego, tras una breve pausa, añadió en un tono más suave y expectante—: También me encantaría que fuera mi pareja y compartiera el primer baile conmigo en mi fiesta.
Ni siquiera se le pasó por la cabeza que pudiera rechazarla.
En su imaginación, ya podía ver el elegante baile: los fuertes brazos de Collin rodeándola, sus movimientos perfectamente sincronizados, sus mejillas sonrojadas por la emoción. Solo pensarlo le aceleraba el corazón.
Collin ni siquiera levantó la cabeza. Su atención seguía fija en los documentos que tenía delante. Sin dudarlo, rechazó a Carol. —Lo siento, no será posible.
La sonrisa de Carol se desvaneció. Frunció el ceño y una pizca de ansiedad se dibujó en su rostro. —Ni siquiera has mirado tu agenda. ¿Seguro que no puedes?
Antes de que pudiera terminar, Collin la interrumpió con frialdad. —No puedo por nada del mundo.
La vergüenza de Carol se intensificó. Apretó los puños y lo miró con ira. —Sr. Riley, ¿no cree que está siendo un poco duro? ¿Así es como trata a alguien de la familia Lawson?
Sin embargo, Collin no se molestó en responder.
Respirando hondo, Carol insistió, con tono serio. —Si insiste en tratarme así, podría afectar a la colaboración entre el Grupo Lawson y su empresa. ¿Se da cuenta de que mi hermano solo inició este acuerdo para encontrar una cura para mi enfermedad cardíaca? Aun así, Collin permaneció impasible.
Finalmente levantó la vista, con una mirada fría y penetrante. Su voz era tranquila, pero sus palabras tenían un peso inconfundible. —Señorita Lawson, considere esto su última advertencia. Deje de sobrepasar los límites y de intentar acercarse a mí. Ya se lo he dicho antes: estoy casado y mi esposa y yo tenemos un fuerte vínculo.
Carol abrió los ojos con sorpresa. Abrió la boca para discutir, pero Collin no le dio la oportunidad. Su voz se volvió aún más fría. —Si vuelves a hacer algo así, no culpes a nadie más que a mí si te echo delante de todo el mundo.
Sus palabras la golpearon como una bofetada. Carol se quedó allí, paralizada, con la cara ardiendo de humillación. Sus ojos brillaban con lágrimas contenidas mientras apretaba la mandíbula. —¡Eres… eres un idiota!
Las lágrimas le resbalaron por las mejillas mientras daba media vuelta y salía corriendo, con sus pasos resonando en el pasillo.
Dustin, que se había escondido en un rincón, se atrevió por fin a entrar en la habitación una vez que no hubo moros donde pagar.
Miró con cautela hacia la puerta, como para asegurarse de que Carol no volvería a entrar.
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