Mi esposo millonario: Felices para siempre - Capítulo 463
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Capítulo 463:
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La cara de Dustin se iluminó y le dio un codazo a Collin. «¡Ah, es verdad! Ivy le ha comprado algo a Linsey. ¿A qué esperas? Ve a buscarlo».
Los ojos de Linsey se agrandaron con emoción. «¿En serio? ¿Ivy me ha comprado un regalo?». Apretó la mano de Collin, rebosante de emoción. «¡Déjame verlo! Yo aún no he tenido ocasión de comprarle nada a Ivy. Supongo que tendré que ir pronto al centro comercial. Me pregunto qué le gustará…».
Dustin sonrió, satisfecho de haber desviado la conversación hacia un terreno más seguro.
Mientras tanto, Collin observaba la expresión alegre de Linsey y sentía una punzada de culpa en el pecho. Asintió con la cabeza. —Está en el coche. Diré a alguien que te lo traiga.
Linsey, encantada con el regalo, se pasó un buen rato admirándolo antes de dejarlo sobre la mesa, casi a regañadientes.
Collin la observó atentamente y se dio cuenta de algo que no había considerado antes. Al haber crecido en un orfanato, probablemente no estaba acostumbrada a recibir regalos. Aparte de Ella, la bondadosa directora del orfanato, ¿quién más había hecho algo así por ella? La idea le conmovió profundamente.
En ese momento de silencio, Collin hizo una promesa en silencio: la querría, la protegería y se aseguraría de que nunca volviera a sentir ese vacío.
Sin darse cuenta de las emociones que se agitaban en él, Linsey guardó cuidadosamente el regalo y se volvió hacia Dustin con una brillante sonrisa. —¿Te quedas a cenar? La cocina ya debe de estar lista.
Dustin soltó una risita. —Gracias, Linsey.
—No hay por qué dar las gracias. Te agradezco mucho que cuides tanto de Collin. Linsey negó con la cabeza, con una cálida sonrisa.
Entonces, Dustin le lanzó una mirada juguetona a Collin antes de darle un codazo. —¿Has oído? Tu mujer se preocupa mucho por ti.
Sus palabras no eran solo una broma, sino que contenían un recordatorio tácito. Collin tenía que tomarse en serio el consejo de Ivy y contarle la verdad a Linsey. Al fin y al cabo, alguien tan sincera como Linsey era difícil de encontrar.
Collin miró a Dustin a los ojos y comprendió el peso de sus palabras. Asintió levemente con la cabeza. —Sí… mi mujer me cuida muy bien.
Linsey se levantó, acunando el regalo entre sus manos. —Muy bien, vosotros dos, id a lavaros. La cena está casi lista. Yo voy a guardar esto primero.
Mientras se dirigía arriba, Collin la observó y dejó escapar un profundo suspiro. La pesadez en su pecho parecía aumentar.
Dustin arqueó una ceja. —¿Por qué sigues tan nervioso? Faltan pocos días para el banquete de los Lawson. Tómatelo con calma.
Collin bajó la mirada y bajó la voz. —Cuanto más se acerca, peor me siento. Si solo está enfadada, puedo soportarlo. Pero ¿y si se marcha? ¿Y si me deja para siempre?
Dustin parpadeó, sorprendido por el peso de las palabras de Collin. Claro, Linsey tenía todo el derecho a estar enfadada, pero ¿desaparecer por completo? Eso le parecía un poco dramático.
Collin estaba pensando demasiado. Sin embargo, viendo lo mucho que Linsey significaba para él, Dustin no podía culparlo por el miedo que le carcomía la mente.
Aun así, la idea de que Collin se derrumbara si las cosas salían mal le provocaba un escalofrío a Dustin. Ni siquiera quería imaginar cómo sería eso.
Después de cenar, Dustin se marchó. Afuera, el cielo nocturno se extendía infinito, salpicado de estrellas brillantes.
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