Mi esposo millonario: Felices para siempre - Capítulo 456
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Capítulo 456:
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Una suave sonrisa se dibujó en sus labios mientras se volvía hacia Linsey y le tomaba la mano con cariño. —Afortunadamente, el destino debe de haber escuchado por fin mis plegarias y te ha traído a su vida. No podría haber pedido una nieta mejor.
La sinceridad en la voz de Ivy no pasó desapercibida. Linsey la miró con tranquila determinación. —Ivy, te lo prometo: cuidaré muy bien de Collin.
Ivy y Linsey terminaron de hojear el grueso álbum de fotos. Pasaron las horas mientras Ivy y Linsey seguían hablando, y su conexión se hacía más profunda con cada recuerdo compartido y cada conversación. Collin, que las observaba desde un lado, se dio cuenta con cierta diversión de que lo habían dejado completamente al margen.
Al caer la noche, Linsey recordó de repente algo y se volvió hacia el sirviente. —Prepara la habitación de invitados de arriba. Tiene unas vistas estupendas y un balcón. A Ivy le encantará.
Antes de que el sirviente pudiera responder, Ivy hizo un gesto con la mano. —No será necesario. No me quedaré aquí. Más tarde me iré a la residencia Grester. Sus palabras tomaron por sorpresa tanto a Linsey como a Collin.
Linsey frunció el ceño. —Ivy, ¿por qué? Ahora estás en casa. ¿Por qué te irías a una residencia?
Collin, igualmente reacio a aceptarlo, intervino de inmediato. —Abuela, por muy cómoda que sea la residencia, no puede compararse con estar aquí con la familia. Deja que los sirvientes se encarguen de la habitación. Estará lista en un santiamén.
La sinceridad de ambos conmovió a Ivy, pero su decisión era firme. —Os agradezco el detalle, pero ya lo tengo todo arreglado. Antes de volver, hice planes para quedarme allí. Ya tengo el alojamiento preparado».
Hizo una breve pausa y luego les dedicó una sonrisa juguetona. «Además, no quiero perturbar vuestra vida matrimonial. Prefiero ir a la residencia, conocer gente nueva y disfrutar de mi estancia allí». Por mucho que la pareja intentó convencerla, Ivy se mantuvo firme en su decisión de quedarse en la residencia.
Sin otra opción, Collin y Linsey acabaron cediendo, aunque ambos esperaban en silencio poder encontrar una forma de traerla de vuelta a casa más adelante. Poco después, Ivy se marchó.
Esa noche, incluso después de acostarse, Linsey no podía quitarse de la cabeza la sensación de renuencia. Volviéndose hacia Collin, murmuró: «Cariño, Ivy me cae muy bien. Deberíamos visitarla a menudo en la residencia. Quiero asegurarme de que es feliz».
Collin la miró con una chispa de diversión en los ojos. No pudo evitar sonreír al ver con qué seriedad estaba planeando las visitas. Sin decir nada, la atrajo hacia sí y la rodeó con un brazo por la cintura.
Su cálido aliento le rozó la oreja, provocándole un escalofrío inesperado que le recorrió la espalda. La sospecha se apoderó de su expresión y se apartó instintivamente. Un ligero rubor se extendió por sus mejillas. —¿Qué estás tramando?
Collin la abrazó con fuerza y se rió entre dientes. —Hacer feliz a la abuela no es tan difícil, ¿verdad? Ahora que lo mencionas, supongo que debería esforzarme un poco.
Linsey parpadeó, un poco confundida. —¿A qué te refieres?
La voz de Collin se volvió juguetona. —¿No has oído lo que ha dicho la abuela? Está deseando tener un bisnieto.
Linsey abrió mucho los ojos al comprenderlo inmediatamente, y se sonrojó de vergüenza. Intentó separarse del abrazo de Collin.
—¡Estás siendo travieso otra vez! —protestó, con la voz un poco tensa—. ¡Aléjate de mí!
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