Mi esposo millonario: Felices para siempre - Capítulo 410
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Capítulo 410:
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Mientras Gorman se perdía en sus cavilaciones sobre las posibles consecuencias, sus hombres se lanzaron al ataque, formando un frente unido con la intención de someter a Collin. Sin embargo, Collin era una tormenta. Sus piernas se movían como pistones, lanzando patadas rápidas y contundentes que hacían caer a los hombres de Gorman como fichas de dominó.
Sus gritos llenaban el aire, un eco continuo de tormento que se propagaba por el campo.
En un abrir y cerrar de ojos, Collin había neutralizado a un número significativo de los hombres de Gorman, utilizando nada más que la fuerza bruta de sus extremidades. Durante todo este torbellino de actividad, la expresión de Collin permaneció inquietantemente serena, con la respiración tan tranquila como si estuviera meditando.
El asombro se reflejó en el rostro de Gorman, que abrió los ojos con incredulidad.
¿Cómo era posible?
¿Cómo podía Collin demostrar una destreza tan letal?
¿No era este el mismo hombre al que habían descartado como el hijo mayor incompetente y despreciado de la familia Riley?
¿De qué profundidades había sacado a relucir tal destreza?
En realidad, Collin había pasado años fingiendo una discapacidad para navegar en silencio por un campo minado de peligros, mientras mantenía sus sentidos agudos y su cuerpo preparado.
Collin había perfeccionado rigurosamente sus habilidades en privado, entrenando diligentemente todos los días para asegurarse de poder defenderse no solo a sí mismo, sino también a sus seres queridos de cualquier amenaza imprevista.
Esa noche, se infiltró audazmente en la lujosa finca de Gorman, acompañado solo por un puñado de hombres, lo que demostraba su inquebrantable confianza en su destreza.
Collin nunca se aventuraba en una batalla sin estar preparado; Linsey todavía estaba en casa. Tenía que volver y compensarla.
Sus ojos, fríos y desdeñosos, recorrieron a los hombres de Gorman, que gemían de dolor en el suelo.
Para Collin, esos hombres no eran más que peones insignificantes, apenas dignos de su atención.
El puñado de hombres de Gorman que aún no había entrado en combate permanecía paralizado, con el cuerpo temblando mientras observaban el caos que se desarrollaba ante ellos.
Algunos incluso comenzaron a retroceder lentamente, con el rostro marcado por el terror: la presencia de Collin era así de intimidante.
Los hombres de Gorman eran guardaespaldas de primer nivel, ampliamente entrenados, pero Collin los despachó con sorprendente facilidad.
Lo más impresionante era que parecía totalmente imperturbable por la refriega, como si pudiera seguir luchando sin descanso.
¿Quién era ese hombre tan formidable?
A medida que pasaban los segundos, una sensación palpable de miedo y vacilación comenzó a impregnar a los hombres de Gorman, lo que indicaba su creciente aprensión ante este temible adversario.
Al ver que sus hombres se inquietaban, Gorman les gritó con el ceño fruncido y furioso: «¿Qué es esta cobardía? ¡A la carga! ¿Me estáis diciendo que no podéis someter a un solo hombre?».
La idea del ridículo que sufriría en el pueblo le atormentaba; el mero susurro de su incompetencia haría que Grester se riera de él. Obligados por su orden, sus hombres se reagruparon y se lanzaron hacia delante, con la determinación reforzada.
Collin, con el rostro marcado por el desprecio, se mantuvo firme.
Con un movimiento fluido, levantó la pierna y derribó a los hombres que avanzaban con una patada arrolladora.
Luego, girando con agilidad felina, asestó un puñetazo demoledor a otro atacante, que cayó contra la pared en un montón.
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