Mi esposo millonario: Felices para siempre - Capítulo 401
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Capítulo 401:
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Las lágrimas seguían corriendo por el rostro de Linsey.
Sollozaba entre hipos, luchando por recuperar la compostura. —No lo sé. Solo escuchar lo que has pasado me ha abrumado y me ha hecho llorar.
Fue entonces cuando Collin lo comprendió de verdad, sintiendo un cosquilleo detrás de los ojos.
Ella no derramaba lágrimas de indignación, sino que absorbía su angustia como si fuera propia.
Su corazón se agitó con una mezcla conmovedora de dulzura y tristeza, mientras le acariciaba el rostro y le secaba las lágrimas con una ternura que contradecía su aspecto rudo.
«Por favor, no llores. Me destroza verte así. Recuerda que esos tormentos ya quedaron atrás».
En un tono suave y tranquilizador, añadió: —Realmente pensé que estarías enfadada conmigo.
Linsey le miró a los ojos, con expresión de sincera preocupación. —Estoy enfadada, enfadada porque no fuiste sincero conmigo. Incluso me apunté a terapia de masajes para ayudarte a curarte, solo para descubrir que tus piernas no tenían nada.
—Todo el esfuerzo que dediqué a ayudarte a volver a caminar ahora me parece completamente inútil —dijo Linsey.
Al pensar en todo lo que Linsey había hecho por él, Collin sintió que una cálida sensación se extendía por su pecho.
—Pero no fue en vano. Aún puedes darme masajes, ¿no? —respondió, tratando de aligerar el ambiente.
La expresión de Linsey se ensombreció y su paciencia se agotó. —¡Sigue soñando! Ya no era esa chica ingenua.
Ahora que Collin tenía las piernas completamente funcionales, seguir masajeándolo no sería para su recuperación, sino para algo completamente diferente.
¡Qué hombre tan desvergonzado! ¡Debía de haberlo dicho a propósito!
Los recuerdos afloraron: Collin engañándola, fingiendo estar lisiado, haciéndola tomar la iniciativa durante sus encuentros. El calor le subió a la cara mientras la irritación la invadía.
No tenía intención de quedarse más tiempo. Arrancó la mano, tiró la manta a un lado y se levantó de la cama.
—¿Adónde vas? —preguntó Collin, mirándola.
—A casa. ¿A dónde si no? —espetó ella.
Aún preocupado, él le ofreció: —Aún no estás completamente curada. Déjame llevarte.
Linsey se burló, rechazándolo de plano. —Estoy herida, no indefensa. ¡Puedo caminar perfectamente!
Sin mirarlo, salió furiosa de la habitación del hospital. Collin suspiró mientras veía desaparecer su figura, con cada paso lleno de rebeldía. Aún estaba molesta.
Pasándose una mano por el pelo, supo que le esperaba un largo camino para arreglar las cosas.
De vuelta en Vista Villa, Linsey entró en el dormitorio con el rostro impasible, ignorando por completo a Collin.
Pero él no se apartó de su lado. —Cariño, es tarde. ¿Sigues ocupada? —Su voz era suave, pero ella apenas reaccionó.
Con la mirada fija en su tableta, respondió secamente: —No te metas en lo que no te importa. En realidad no estaba trabajando, solo se mantenía ocupada. Al fin y al cabo, ya había descansado lo suficiente en el hospital.
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