Mi esposo millonario: Felices para siempre - Capítulo 393
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Capítulo 393:
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«¡Collin, por fin has llegado!». La voz de Linsey temblaba de alivio, con los ojos muy abiertos y aún con miedo. «Tenía tanto miedo… Pensaba que no volvería a verte… Oh, Collin, me alegro tanto de que estés aquí».
Collin la rodeó con sus brazos, que temblaban, con la mirada ensombrecida por un torrente de tristeza.
«Siento mucho no haber llegado antes», murmuró, con una voz que era como una suave caricia en su oído.
Le apartó con ternura un mechón de pelo de la frente. «Debería haber estado aquí», comentó, con un tono teñido de culpa.
Linsey se aferró a él, con lágrimas silenciosas pero persistentes que empapaban el cuello de su camisa.
Collin se movió ligeramente, con evidente preocupación al notar su puño cerrado. —Linsey, ¿qué te ha pasado en la mano?
Ella apretó más fuerte, con la voz áspera por la desesperación. —Me drogaron… Tenía que permanecer despierta. Me corté la palma con un cuchillo para no desmayarme.
La rabia se encendió en los ojos de Collin; deseaba poder hacer pedazos a Fernanda. Se arrepintió de haber dejado que Linsey se involucrara en los preparativos del cumpleaños de Fernanda.
Pero los arrepentimientos tendrían que esperar: Linsey lo necesitaba ahora más que nunca.
—Aguanta, Linsey. Te llevaremos al hospital ahora mismo —dijo.
Con un impulso protector, Collin la levantó en brazos y salió rápidamente del salón.
Linsey se apoyó débilmente contra Collin, y el aroma familiar de este invadió sus sentidos, calmando sus nervios crispados. Parpadeó suavemente y susurró con voz frágil: —Collin…
Su nombre escapó de sus labios, envolviéndola en un manto de seguridad. Collin frunció profundamente el ceño al mirarla, y su preocupación aumentó al ver que sus pupilas comenzaban a dilatarse.
—¡Linsey, quédate conmigo! ¡Vamos al hospital ahora mismo! —insistió, con voz llena de urgencia.
A pesar de sus esfuerzos, el agotamiento de Linsey se intensificó y sus párpados se volvieron insoportablemente pesados.
Su resistencia se desvaneció y sucumbió a la oscuridad, cayendo en la inconsciencia.
Sus pensamientos se arremolinaron en una niebla, ocultando el sorprendente hecho de que Collin, normalmente confinado a su silla de ruedas, ahora caminaba con pasos firmes y urgentes.
En ese momento, las explicaciones tendrían que esperar: mantener a Linsey a salvo era su única prioridad.
Sosteniéndola protectora, Collin se apresuró por los opulentos pasillos inferiores del salón de banquetes.
Mientras avanzaban, vio a Fernanda y sus secuaces, ahora sometidos y asegurados por sus hombres, con sus planes frustrados.
Cuando Fernanda vio a Collin entrar con Linsey inconsciente en brazos, su incredulidad era palpable.
Sus ojos se posaron en la vestimenta de Linsey, escudriñando cada centímetro.
A pesar de las manchas de sangre que manchaban su ropa, no había signos de desorden ni de que se la hubieran quitado.
—¿La has recuperado tan rápido? —se burló Fernanda, con amargura en su voz—. ¿Qué, el Sr. Green no opuso resistencia?
¿Qué demonios?
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