Mi esposo millonario: Felices para siempre - Capítulo 38
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Capítulo 38:
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Linsey asintió con la cabeza. «Sí, estoy buscando algo para mi marido».
«Déjeme mostrarle algunos modelos. Así podrá decidir cuál le queda mejor». La dependienta hizo un gesto a Linsey para que la siguiera al interior de la tienda.
Aunque la ropa de Linsey no era especialmente extravagante ni de marca, la dependienta mantuvo el máximo nivel de profesionalidad.
Había algo en la presencia de Linsey, una elegancia natural que la distinguía del resto. Y luego estaba su rostro, de una belleza llamativa, imposible de pasar por alto.
Le presentó atentamente varias opciones de la colección de la tienda, explicándole cada una con detalle.
Linsey las examinó pensativamente, con la mente puesta en el armario de Collin, lleno de los mismos tonos monótonos y sombríos que siempre vestía. Si iba a comprarle algo, más valía elegir algo que le aportara un poco de cambio.
Aun así, era práctica. No elegiría nada demasiado atrevido.
Después de pensarlo detenidamente, finalmente se decidió por un traje de color burdeos intenso. —Este debería servir. La talla parece la adecuada. ¿Podría envolverlo para mí?
El rostro de la dependienta se iluminó. —Por supuesto, señora.
Mientras preparaba la compra, no pudo evitar admirar el refinado gusto de Linsey. Su buen ojo para la moda era innegable.
Sintió una pequeña punzada de envidia. El marido de Linsey era sin duda un hombre afortunado.
Si ella fuera hombre, no dudaría en querer a alguien como Linsey a su lado.
Sin darse cuenta de los divertidos pensamientos de la dependienta, Linsey la siguió hasta la caja para pagar.
En ese momento, una voz sorprendida resonó en la entrada de la tienda. —¿Linsey? ¿Eres tú? ¡Qué sorpresa! No esperaba encontrarte aquí. ¡Es increíble!
Linsey se volvió hacia la voz y la luz de sus ojos se apagó en un instante.
En la puerta estaban nada menos que Joanna y Félix, dos personas a las que Linsey no había visto en días.
Si algo podía decirse de ella, era que la suerte le había dado la espalda.
Joanna tuvo la desfachatez de actuar como si nada hubiera pasado y le dedicó a Linsey una sonrisa descarada.
Pero Linsey no estaba dispuesta a dejarla salirse con la suya. Soltó una risa fría y despectiva, y su mirada afilada atravesó a la pareja. —¿Una sorpresa? Ni por asomo. Estaba pasando un día estupendo hasta que aparecisteis vosotros dos. Supongo que ahora se ha acabado. La próxima vez me lo pensaré dos veces antes de ir de compras, no quiero arriesgarme a otro encuentro desafortunado». Sin mirarlas siquiera, cogió su bolsa de la compra, dispuesta a marcharse. No merecía la pena perder ni un segundo más con ellas.
Pero Joanna no estaba dispuesta a dejarla marchar tan fácilmente.
Se había imaginado este momento de otra manera. Esperaba que Linsey estuviera destrozada, apenas capaz de controlarse.
Así podría hacer alarde de su felicidad, de pie junto a Félix como si hubiera ganado.
Sin embargo, ahora, mientras Joanna evaluaba sutilmente a Linsey, no encontró ningún rastro de desamor o resentimiento. Lo único que veía era puro disgusto.
—Linsey, vamos. ¿De verdad sigues enfadada con nosotros? —Joanna esbozó una dulce sonrisa y se acercó mientras hablaba con voz suave y persuasiva—. —Pase lo que pase, hemos sido amigas durante muchos años. Ya que el destino nos ha reunido hoy, ¿por qué no nos sentamos a comer y ponemos la historia en día? ¿No te parece? Hace mucho que no hablamos de verdad las tres.
Fingiendo cordialidad, extendió la mano para coger el brazo de Linsey.
—Espera —Linsey se apartó rápidamente, levantando una mano para detener a Joanna—. No me vengas con esas. No me interesa el juego al que estés jugando. Sinceramente, solo oírte me pone los pelos de punta.
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