Mi esposo millonario: Felices para siempre - Capítulo 34
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Capítulo 34:
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Tras pronunciar su frase, la expresión de Linsey se enfrió al instante. Abandonó su fingida sonrisa y se dio media vuelta para marcharse.
Su aire desdeñoso no hizo más que avivar la furia de Cynthia.
«¡Linsey, no te atrevas a alejarte de mí!». La voz de Cynthia se quebró, cruda por la emoción. Observó la figura de Linsey que se alejaba, y una chispa encendió su determinación. Sin pensarlo dos veces, Cynthia se abalanzó hacia adelante, decidida a arrastrar a Linsey de vuelta para enfrentarse a ella.
Hoy era el día en que Cynthia pondría a Linsey en su lugar.
Pero cuando Cynthia extendió la mano, sus afiladas uñas casi rozaron el hombro de Linsey, que se giró con una agilidad inesperada. Con un movimiento suave y rápido, agarró la muñeca de Cynthia y la tiró hacia arriba con tal delicadeza que Cynthia jadeó por la sorpresa y el dolor.
—¡Me duele! ¡Suéltame, Linsey! —gritó Cynthia, con voz teñida de desesperación.
Linsey, sin embargo, mantuvo el agarre sin esfuerzo, con una expresión indescifrable mientras miraba fijamente a Cynthia.
Las palabras eran innecesarias: el silencio entre ellas estaba cargado de tensión.
Cynthia abrió mucho los ojos al encontrarse con la mirada de Linsey, sintiéndose inexplicablemente atraída por la profundidad de esos ojos enigmáticos.
Un escalofrío recorrió la espalda de Cynthia, mientras el frío del aire parecía intensificarse, haciéndola sentir como si las manchas de café en su ropa se hubieran convertido en hielo.
La mirada de Linsey se clavó en la de Cynthia, con expresión firme y tranquila. Entonces, sin previo aviso, Linsey se inclinó hacia ella y bajó la voz hasta convertirla en un susurro peligroso. —Sí. Derramé el café a propósito.
El rostro de Cynthia se sonrojó de furia y entrecerró los ojos mirando a Linsey. Pero antes de que pudiera responder, las siguientes palabras de Linsey la dejaron paralizada.
«Estoy aquí para trabajar y ganarme la vida. Si sigues entrometiéndote, la próxima vez no será solo café».
Los ojos de Linsey no se apartaron de Cynthia mientras escrutaba su rostro, como si buscara su próximo objetivo.
«Eres guapa, ¿sabes? Sería una pena que le pasara algo a esa cara».
El cuerpo de Cynthia se tensó por el terror y se le cortó la respiración. Justo cuando se preparaba para lo peor, Linsey la soltó y Cynthia, presa del pánico, se protegió instintivamente la cara con las manos, aterrorizada por la posibilidad de que Linsey la golpeara.
Si Linsey tenía alguna intención de hacer que Cynthia se arrepintiera de sus actos, Cynthia tenía sus propios métodos para lidiar con ello.
Pero una cosa estaba clara: no podía permitirse arruinar su rostro.
La ira bullía bajo la superficie, pero Cynthia la mantuvo a raya, sin querer que las cosas se agravaran aún más. Tras un momento de tensión, dio una patada en el suelo con frustración y se marchó furiosa, con una salida tan dramática como rápida.
Linsey no pestañeó mientras veía desaparecer a Cynthia, con una expresión indescifrable. No había ni rastro de remordimiento en ella, solo una tranquila indiferencia.
Miró distraídamente la mancha en su ropa y, con un suave suspiro, se dirigió al baño.
Una vez que ambas se marcharon, el ambiente de la oficina cambió. Se soltó un suspiro colectivo mientras la tensión se disipaba.
Un compañero no pudo resistirse a comentar: «Linsey es intrépida. Se ha atrevido a enfrentarse así a Cynthia».
Otro murmuró: «Parece que Linsey ya pisó los talones a Cynthia durante la entrevista de ayer, así que un enfrentamiento más hoy probablemente no sea gran cosa».
Un tercero intervino: «Pero ¿no creéis que Linsey es a quien realmente no hay que meter en líos?».
Se produjo un silencio sepulcral, con el peso de sus palabras flotando en el aire. El ambiente en la oficina había cambiado y todos tenían claro que Linsey no era alguien a quien se pudiera provocar a la ligera.
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