Mi esposo millonario: Felices para siempre - Capítulo 1402
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Capítulo 1402:
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Sinceramente, no era el café con leche helado lo que más le dolía. Era su actitud.
Y para empeorar las cosas, era el primer día de su periodo. Su cuerpo se sentía pesado como el plomo, su estado de ánimo estaba secuestrado por las hormonas, su ira era más aguda y sus lágrimas imposibles de contener.
Linsey optó por el silencio, dejando que Collin concluyera que su mal humor se debía únicamente al café con leche helado que había tomado.
Para él, era un asunto insignificante, que apenas merecía una segunda reflexión.
Sin embargo, al ver las lágrimas de Linsey correr por su rostro, una punzada de culpa le remordió la conciencia.
Sus miradas se cruzaron y, cuando Collin abrió la boca para hablar, Linsey apartó la vista.
Pasó junto a él, fingiendo que no estaba allí.
—Linsey —la llamó con voz baja y autoritaria, deteniéndola en seco.
Linsey se quedó rígida, tomada por sorpresa.
—Date la vuelta. Sus ojos se clavaron en su espalda, con una autoridad innegable.
Por dentro, Linsey hervía: ¿por qué debía obedecerle?
Pero su cuerpo se movió antes de que su mente pudiera resistirse, girando para enfrentarse a él. «¿Qué quieres?». Sus ojos enrojecidos por las lágrimas mostraban una mirada cautelosa, y su voz estaba cargada con los restos de sus sollozos.
A Collin no le gustaba la desconfianza de su mirada, pero se guardó sus pensamientos para sí mismo.
Tras una breve pausa, habló en voz baja. —Solo era un café con leche helado, no es el fin del mundo. ¿Cuánto costó? Te lo devolveré multiplicado por diez.
El rostro de Linsey se ensombreció con indignación.
—¿Así que crees que el dinero lo puede solucionar todo? —espetó.
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Para Collin, así era precisamente como funcionaba el mundo. Pero la expresión de ella dejaba claro que su oferta había fallado por completo.
«Entonces, ¿qué quieres?», preguntó, con genuina curiosidad.
Linsey no vaciló al responder con franqueza: «Cuando se hace algo malo, se pide perdón. Hasta un niño sabe eso, señor Riley».
¿Una disculpa?
Dada su elevada posición social, Collin estaba acostumbrado a recibir disculpas, no a darlas. Además, se trataba de un asunto menor, que apenas merecía la pena.
Reacio a acceder, frunció el ceño. —Cualquier cosa menos eso. Pide otra cosa.
Linsey había previsto su negativa y rápidamente cambió de estrategia. —Entonces respóndeme a una pregunta.
—Eso me parece mucho más razonable.
La expresión de Collin se suavizó y asintió sin dudar. «De acuerdo».
Aun así, Linsey dudó y no le hizo la pregunta inmediatamente. En su lugar, añadió una condición. «Tienes que responder con sinceridad, sin mentiras, o si no…».
Sus ojos se clavaron en los de él mientras buscaba una amenaza con la que garantizar su honestidad. Como si leyera sus pensamientos, Collin intervino con naturalidad: «No mentiré. Te doy mi palabra».
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