Mi esposo millonario: Felices para siempre - Capítulo 1357
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Capítulo 1357:
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«Es cierto», respondió ella. «Hace un rato, un tipo repugnante intentó aprovecharse de mí, estaba borracho. Escapé del baño, pero siguió persiguiéndome. Si Collin no hubiera aparecido en ese momento, quizá yo…».
Su voz se apagó y Linsey se aferró a su cuello con miedo persistente, con lágrimas en los ojos.
La historia dejó a Gorman incrédulo una vez más.
No sabía qué le sorprendía más: que Linsey hubiera estado a punto de ser agredida o que Collin hubiera intervenido para ayudarla. Esa misma conmoción se extendió por todos los demás presentes en la sala.
El gerente se quedó boquiabierto, con los ojos muy abiertos por la sorpresa.
Su mente volvió rápidamente a lo que había oído en la cinta de vigilancia. Hubiera jurado que Collin había dicho que esa mujer era su novia. ¿Cómo había acabado ella con Gorman?
La mirada de Kylee pasó de Linsey a Collin y viceversa.
Nada en su experiencia encajaba con este lado de Collin. No podía creer que él ayudara a alguien por bondad. ¿Qué le había llevado a intervenir esta vez? Una extraña sospecha se apoderó de su mente: tal vez Collin estaba interesado en Linsey después de todo.
De pie a un lado, Lowell parecía más atónito que nadie. Se quedó completamente inmóvil, casi olvidándose de respirar.
Lo habían enviado por todo el país con una misión: encontrar a la mujer que una vez había pasado la noche con Collin. Nunca había tenido suerte.
Llevaba todo el día planeando venir a este mismo restaurante para informar de que aún no la había encontrado. Lo último que esperaba era verla allí, frente a él…
¿No era esta la misma mujer que Collin había estado buscando tan desesperadamente? La comprensión le golpeó con fuerza, devolviendo a Lowell al presente. Rápidamente dio un paso adelante y habló. «Sr. Riley, creo que he encontrado a la mujer que estaba buscando…».
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Lowell estaba a punto de decir la verdad cuando de repente le interrumpieron.
Quien le interrumpió fue Collin.
Collin le lanzó una mirada severa y autoritaria, fría como el hielo.
Lowell se quedó paralizado por un segundo.
Habiendo trabajado para Collin durante años, podía leerlo como un libro abierto. Esa mirada significaba una cosa: permanecer en silencio.
Lowell inclinó la cabeza y murmuró: «Lo siento, señor Riley».
Collin no dijo nada. Su expresión seguía siendo fría como el hielo.
Aunque Lowell no había terminado su informe, sabía exactamente de qué se trataba: la mujer que se había acostado con él.
El repentino silencio no era casual. Había personas ajenas presentes.
Y no cualquier persona ajena, sino su mayor rival.
Si Gorman se enteraba de que lo habían drogado, nunca lo dejaría pasar. Se difundiría como la pólvora.
Collin salió de sus pensamientos, con el rostro aún tenso por la tensión.
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