Mi esposo millonario: Felices para siempre - Capítulo 1339
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Capítulo 1339:
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Una vez que la medicina entró en su cuerpo, tapó la jeringa y la tiró a la basura, observando el rostro del hombre en busca de cualquier cambio.
Se sintió aliviada cuando la medicación surtió efecto mucho más rápido de lo que se atrevía a esperar.
Un leve sonido procedente de la cama la hizo inclinarse hacia él, con el corazón latiéndole con fuerza.
Cuando sus miradas finalmente se cruzaron, el frío fuego de su mirada la tomó por sorpresa y le robó el aliento.
Sin previo aviso, él la agarró y la arrastró hacia el colchón, con un agarre inquebrantable.
Sorprendida, ella soltó: «¿Qué estás haciendo? Déjame…».
Sus palabras se desvanecieron cuando él la besó con un beso feroz e inesperado.
La conmoción se apoderó de ella, con los ojos muy abiertos, cuando Linsey se dio cuenta de que nadie la había besado antes.
El calor y la furia se chocaron dentro de ella, y empujó su pecho con todas sus fuerzas. En lugar de soltarla, la apretó más contra él, besándola con más fuerza, un extraño castigo escrito en cada caricia.
Con la respiración entrecortada, Collin le susurró al oído, deslizando los dedos por su espalda. «Es demasiado… Haz que pare. Te compensaré, lo juro».
La sangre se le escapó de las mejillas y su corazón latía tan fuerte que pensó que iba a estallar.
En ese momento lo vio claro: se había equivocado. Las señales no apuntaban al veneno, sino a algo completamente diferente. Lo habían drogado. El pánico se apoderó de ella, y la comprensión la inundó mientras luchaba debajo de él.
«¡Contrólate!», gritó Linsey, con la voz temblorosa mientras se retorcía para escapar.
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Contra su fuerza, sus esfuerzos apenas surtieron efecto, especialmente ahora, cuando la droga le había despojado de todo sentido y razón, haciéndole imposible de repeler. Parecía perdido en todo excepto en el momento, sus besos nunca vacilantes, su agarre insistente, como si ella le perteneciera solo a él.
Cuando terminó la lucha, las sábanas enredadas cubrían el caos que habían dejado. Finalmente, Collin cayó en un sueño agotador. Ella se apartó, con la mandíbula apretada, todas las extremidades pesadas y doloridas, como si su cuerpo hubiera sido exprimido y abandonado.
Sin rescate a la vista y con la puerta aún firmemente cerrada, escapar parecía una esperanza cada vez más lejana. Sin embargo, esperar más tiempo simplemente no era una opción.
Con las emociones en conflicto dentro de ella, se obligó a registrar la habitación. La ventana, entreabierta a la noche, ofrecía la única pista de libertad.
Cuando la neblina se disipó y Collin volvió en sí, la presencia de Linsey había desaparecido por completo.
Un dolor sordo le latía detrás de los ojos mientras se presionaba la cabeza con una mano, tratando de recordar su rostro, que se le escapaba.
La puerta se abrió con un chirrido y Lowell entró, con una expresión de sorpresa en el rostro al ver a Collin despierto. «¡Por fin se ha despertado, señor Riley!».
Su asombro persistía, ya que aún le costaba creer que aquel amable desconocido pudiera recuperarse tan rápidamente.
La mirada de Lowell se posó en Collin, que estaba sentado con el torso desnudo, y la sorpresa lo dejó paralizado en el acto. «Sr. Riley, yo…».
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