Mi esposo millonario: Felices para siempre - Capítulo 1334
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Capítulo 1334:
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Gorman apenas ocultó una sonrisa de satisfacción, manteniendo la voz baja y llena de arrepentimiento. «Yo también tengo parte de culpa. Si hubiera luchado más por protegerla, quizá las cosas habrían acabado de otra manera…».
Decir esas palabras le provocó un auténtico remordimiento, recordándole cómo él y Linsey se habían distanciado en otra vida.
Linsey percibió el cambio en su estado de ánimo, y algo inquietante se agitó en su interior.
En lugar de darle vueltas al asunto, le tranquilizó con delicadeza. «No te culpes. Hiciste todo lo que pudiste. El culpable es Collin».
La conversación continuó un poco más, con Gorman dispuesto a arruinar aún más la reputación de Collin. Pero el sueño se apoderó de él.
La voz de Linsey se suavizó. «Deberías descansar un poco. Hablaremos más cuando te despiertes».
Gorman dudó y luego preguntó en voz baja: «¿Te importaría quedarte aquí un rato?».
Linsey frunció el ceño, confundida. «¿Por qué me necesitas aquí?».
Su verdadera preocupación era que ella pudiera desaparecer de nuevo mientras él dormía.
Pero, aparentemente, dijo en voz baja: «Mi ansiedad empeora cuando estoy solo. Cuando mi prometida estaba conmigo, me ayudaba a dormir. Hace mucho tiempo que no me siento tan seguro…».
Incluso sin una explicación completa, Linsey pareció entender exactamente lo que quería decir.
Decidida a llevar su amabilidad hasta el final, dio su consentimiento.
Volvió a sentarse junto a la cama y le dijo en voz baja: «Descansa un poco. Me quedaré aquí».
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Solo entonces Gorman se sumió en un sueño tranquilo.
Cuando llegó la mañana, la luz dorada del sol entró por la ventana y sacó a Gorman de sus sueños. Parpadeó para despertarse y se giró automáticamente, esperando encontrar a Linsey a su lado.
Pero el lugar vacío a su lado hizo que su suave sonrisa se desvaneciera.
«¿Linsey?». Olvidando sus heridas, apartó la manta y se incorporó apresuradamente, con pánico en la voz. «Linsey, ¿dónde estás?».
Al ver que la habitación estaba vacía, salió corriendo en su búsqueda. Justo cuando llegaba a la puerta, entró una mujer de mediana edad con un plato de sopa en las manos.
Gorman la reconoció inmediatamente como la posadera, la mujer que regentaba el lugar donde se alojaba Linsey.
Corriendo hacia ella, Gorman le preguntó ansiosamente por el paradero de Linsey. «Disculpe, ¿sabe dónde ha ido la joven que se alojaba en esta habitación?».
Ella respondió con sinceridad: «Linsey se dio cuenta de que sus heridas estaban empeorando y se percató de que yo no tenía la medicina que necesitaba, así que salió temprano a buscarla». Tras explicarlo, levantó el cuenco. «También me pidió que me asegurara de que usted se tomara esta sopa. Ya que está despierto, déjeme ayudarle».
Pero Gorman no estaba pensando en la sopa. Apartó el cuenco con delicadeza. «¿Me prestaría su teléfono un momento? Tengo que hacer una llamada». Una extraña sensación de ansiedad le carcomía por dentro.
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