Mi esposo millonario: Felices para siempre - Capítulo 1293
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Capítulo 1293:
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A Linsey le vinieron a la mente las palabras de Collin. «Solo le di unos cuantos puñetazos y el tipo no pudo soportarlo. Escupió sangre sobre mi camisa, así que lo envié directamente al hospital».
Mientras estaba absorta en sus pensamientos, la voz de un compañero la sacó de sus cavilaciones. «¿Linsey? ¿Estás bien?».
Linsey volvió a la realidad, fingió ignorancia y negó con la cabeza. Luego preguntó: «¿Está Joanna por aquí?».
El grupo señaló al unísono hacia la puerta cerrada de una oficina.
Linsey siguió la mirada de todos y frunció ligeramente el ceño, como si algo la hubiera irritado.
«¿Estás bien, Linsey?», le preguntó un compañero con delicadeza.
«Estoy bien», respondió ella. «Volved todos al trabajo. Yo me encargaré de ella». »
«De acuerdo», respondieron, dispersándose para retomar sus tareas.
Linsey se dirigió hacia la oficina y vio un letrero en la puerta: Joanna Saunders, directora de diseño.
El nombre le dolió en los ojos. En otro tiempo, le habría partido el corazón.
Ahora, sin embargo, solo sentía una amarga diversión, y una sonrisa irónica se dibujó en sus labios.
Esa solía ser su oficina, un lugar que en otro tiempo había sentido como propio.
No había estado fuera mucho tiempo, pero Félix no había perdido el tiempo. Sin siquiera consultarle, le había dado su puesto a Joanna, como si pudiera ser sustituida tan fácilmente. Por si fuera poco, habían puesto el nombre de Joanna en la puerta para que todo el mundo lo viera.
Linsey no podía podía creer que Félix tuviera el descaro de nombrar directora a una mujer sin talento real para el diseño.
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La irritación se apoderó de ella y, sin pensarlo dos veces, arrancó el cartel y entró marchando. El momento fue casi cinematográfico.
Nada más entrar Linsey, la voz de Joanna resonó en la oficina, aguda y exigente, mientras regañaba a su asistente.
«¿Es tan difícil seguir instrucciones? ¡Te pedí menos hielo! ¡Este café está helado!».
Nerviosa, la asistente balbuceó: «Joanna, les pedí menos hielo. Lo siento, puedo traerte otro si quieres».
Joanna golpeó la mesa con la taza, y su irritación no hizo más que aumentar. «A este paso, moriré de sed antes de que vuelvas».
«Entonces yo…». La asistente comenzó a sugerir otra solución, pero Joanna la interrumpió, fría como siempre. «Acabas de perder tu bonificación por asistencia perfecta de este mes».
«¡Por favor, Joanna, no hagas eso!», suplicó la asistente, con pánico en su voz.
«¿La última vez me quitaste la mitad de mi sueldo y ahora también mi bonificación por asistencia? Solo gano tres mil al mes. Si sigues así, apenas me quedará nada para comer».
Joanna desestimó sus quejas sin mostrar ni una pizca de compasión. «Quizás si hubieras hecho bien tu trabajo, no estarías en este lío. Tómatelo como una lección. Si vuelves a meter la pata, estás despedida».
A la asistente se le llenaron los ojos de lágrimas. Al darse la vuelta, vio a Linsey y su alivio fue evidente. —¡Linsey, has vuelto!
Al ver a Linsey, Joanna se quedó paralizada y una mirada de sospecha se dibujó en su rostro. —¿Qué haces aquí?
Linsey ni siquiera prestó atención a Joanna. Extendió la mano y le dio una suave palmada en la cabeza a la asistente, con un tono tranquilizador. «Ya puedes irte. Yo me encargaré de todo a partir de ahora».
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