Mi esposo millonario: Felices para siempre - Capítulo 1283
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Capítulo 1283:
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Pero el mensaje se retorció en la mente de Linsey. Estaba perdida en algún lugar entre el alcohol y su ira. Para ella, no sonaba más que como una reprimenda. Un grito amargo escapó de sus labios. «¿Por qué te importa?».
La furia se apoderó de Linsey, que empezó a golpearlo con puños temblorosos, cuyos golpes resonaban con un ruido sordo. «¿Qué te importa? ¿Quién te crees que eres? ¡Quítate de encima! ¡No me toques!».
Mucho más que su violencia ebria, lo que más dolió a Collin fue la mirada vacía de sus ojos, como si ni siquiera reconociera al hombre que la sostenía. Collin sujetó a Linsey con firmeza y su voz se volvió fría y firme. «¿Quién crees que soy? Soy tu marido».
La palabra le resultó extraña a Linsey. Parpadeó varias veces y sacudió la cabeza como para aclarar sus ideas. «¿Marido? No, yo no tengo marido».
«Linsey», repitió Collin, con un tono más frío que antes, dejando que su nombre flotara pesadamente en el aire.
Una comprensión tardía se hizo presente en su mente confusa. «Oh, es verdad. Tengo marido. Me casé con Collin, ¿no?».
Le siguió una pregunta implacable. «Entonces, ¿quién soy yo para ti?», insistió Collin, negándose a dejar que ella se perdiera en la confusión.
Ella lo miró fijamente, con los ojos vidriosos y llenos de incertidumbre. «¿Quién eres tú, en realidad? Te pareces mucho a Collin…».
La exasperación se reflejó en el rostro de Collin. «Eso es porque soy Collin», respondió, con irritación en sus palabras.
Temblando, Linsey intentó zafarse de su abrazo. «Bienvenido de vuelta, supongo. Deberías descansar un poco. Ahora necesito un poco de espacio».
Pero Collin no la dejó ir, con la mirada fija en sus ojos enrojecidos y llenos de lágrimas. «¿Por qué malgastar tus lágrimas en alguien que nunca las ha merecido?».
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El nombre de Félix nunca salió de sus labios, pero la insinuación permaneció. Collin la había visto llorar por ese hombre demasiadas veces, y eso le molestaba incluso ahora.
«No estoy llorando por él», replicó Linsey, con palabras secas y crudas. «Estoy enfadada conmigo misma por haber sido tan tonta como para tener algo que ver con un hombre así».
Un rastro de irritación se desvaneció en Collin al oír su respuesta.
Aflojó el agarre y deslizó suavemente los dedos por su cintura. —Ya no tienes que preocuparte por él. Te he vengado.
La confusión se apoderó de Linsey, que levantó la cabeza bruscamente y abrió los ojos con sorpresa. Fue entonces cuando lo notó: el débil olor a sangre que impregnaba la ropa de Collin. Un escalofrío le recorrió la espalda mientras su mente se apresuraba a imaginar lo que podría haber hecho.
«¿Has matado a Félix?», preguntó Linsey, con los ojos muy abiertos por la incredulidad.
Collin solo se rió entre dientes, con voz baja y lánguida, y se acercó para pellizcarle ligeramente la mejilla. «¿Tú qué crees?», dijo con tono burlón.
Se le cortó la respiración. Esa sonrisa… ese tono… no era una negación. La niebla del alcohol se evaporó en un instante. Ella lo miró parpadeando, atónita, con el horror agarrándola por la garganta. «¡El asesinato es un delito, Collin! ¿Cómo has podido…? ¿Cómo has podido matar a Félix?».
Sí, ella había imaginado matar al hombre, fantasías de borracha, ensoñaciones en el calor del momento, destellos de ira. Pero nunca lo había pensado en serio.
Felix había sido horrible, pero aun así… ¿la muerte? ¿Esto?
Y Collin… ¿lo había hecho? ¿Por ella?
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