Mi esposo millonario: Felices para siempre - Capítulo 1253
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Capítulo 1253:
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La humillación de hoy se pagaría con creces. Se aseguraría de que sufrieran el doble de la vergüenza y el dolor que él había soportado.
Impulsado por esta ardiente determinación, Huntley sacó su teléfono y marcó un número familiar.
La conexión se estableció de inmediato y una voz respetuosa lo saludó: «Sr. Riley».
Apenas conteniendo su furia, Huntley dio una fría orden. «Tengo un trabajo para usted».
Mientras tanto, Linsey y Collin se habían retirado del caos del jardín y habían encontrado refugio en la tranquila sala de estar.
Linsey se detuvo en seco y habló con sincera sinceridad: «Gracias por lo que has hecho allí. Te agradezco que hayas intervenido en ese momento». El espacio vacío que los rodeaba parecía amplificar su voz.
Sin la oportuna intervención de Collin, Huntley podría haber intensificado sus indeseables insinuaciones, destruyendo potencialmente su reputación en el proceso.
Linsey se sintió aliviada al pensar en lo que podría haber pasado.
Collin absorbió sus palabras de gratitud con su habitual compostura, luego levantó tres dedos antes de hacerle un gesto para que se acercara. «Ven y ponte delante de mí».
La confusión se reflejó en el rostro de Linsey, pero no dudó en obedecer. Soltó las asas de la silla de ruedas y se adelantó, dejando que su sutil fragancia flotara entre ellos.
En cuanto estuvo a su alcance, la mano de Collin se disparó para capturar la de ella.
Linsey se sobresaltó e instintivamente intentó retirarse. «No te muevas». El tono autoritario de Collin no admitía réplica, y su agarre era firme pero cuidadoso, impidiéndole escapar.
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Su voz autoritaria disipó la sorpresa de Linsey, que dejó de forcejear inmediatamente, aunque la curiosidad la impulsó a preguntar: «¿Qué estás haciendo exactamente?».
En lugar de responder, Collin fijó su atención en el brazo de ella, como si estuviera realizando un examen minucioso.
El ataque anterior de Huntley había dejado marcas tenues en la delicada piel de Linsey, donde la había agarrado por la muñeca.
El pulgar de Collin recorrió la zona descolorida con una delicadeza sorprendente, con una expresión indescifrable, mientras le preguntaba: «¿Te duele?».
Linsey comprendió que sus acciones provenían de una preocupación genuina. Tras un momento de vacilación, respondió: «Ya no me duele».
A pesar de su tranquilidad, Collin seguía frunciendo el ceño con preocupación, sin soltar su muñeca.
Bajó la voz a un tono más suave mientras insistía: «¿Ese cabrón hizo algo más aparte de agarrarte la muñeca?».
Collin no había presenciado todo lo que acababa de suceder. Su pregunta quedó flotando en el aire y la mente de Linsey inmediatamente reprodujo ese incómodo momento en el que Huntley le apartó un mechón de pelo de la cara. Apretó los labios, dudó y luego decidió ocultar la verdad. «No, no hizo nada más».
«De acuerdo», dijo Collin, aunque la preocupación permaneció en sus ojos. «Llamaré a un médico para que te examine, por si acaso».
Esa sugerencia hizo que Linsey abriera mucho los ojos. Negó con la cabeza y agitó las manos para rechazar la idea. «No es necesario. Estoy perfectamente bien». Su insistencia finalmente convenció a Collin, que dejó el tema.
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