Mi esposo millonario: Felices para siempre - Capítulo 1252
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Capítulo 1252:
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Acorralado y sin opciones, Huntley cedió. «Está bien, me disculparé. ¿Ya estás contenta?».
Por un momento, Linsey solo pudo parpadear sorprendida. Cuando recuperó la compostura, levantó la barbilla y enderezó los hombros, mirando a Huntley a los ojos con tranquila determinación, dispuesta a escucharle.
Huntley se acercó con paso pesado, los labios apretados, y murmuró: «Lo siento. Me he portado como un idiota contigo».
Linsey empezó a responder, pero la voz de Collin la interrumpió, fría y autoritaria. «Si realmente lo sientes, ponte de rodillas y discúlpate como es debido».
La orden trajo consigo un escalofrío que se quedó flotando en el aire.
La furia retorció el rostro de Huntley mientras espetaba: «Collin, no vayas demasiado lejos».
Collin no pestañeó, con expresión imperturbable. «Qué curioso, yo podría decirte lo mismo. ¿No estabas intentando intimidarla hace un minuto?».
«Collin…». Las palabras de Huntley se le atragantaron en la garganta. De repente, se quedó en silencio, incapaz de continuar.
Un repentino escalofrío recorrió el aire.
El enfrentamiento entre los dos hombres se volvió tenso, cada uno desafiando en silencio al otro a dar el siguiente paso.
El corazón de Linsey latía con fuerza por la preocupación. Si esto se convertía en una confrontación total, las consecuencias para la familia Riley serían catastróficas. Queriendo detener las cosas antes de que estallaran, dio un paso adelante y habló. «No empeoremos las cosas. Somos familia. No hay necesidad de arrodillarse. Basta con una disculpa sincera».
La expresión de Collin seguía siendo indescifrable, sus llamativos rasgos ocultaban cualquier pensamiento que se agitara bajo la superficie.
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Ante la amable oferta de reconciliación de Linsey, Huntley aprovechó la oportunidad a pesar de su orgullo herido y se disculpó una vez más. «Linsey, lo siento mucho. Por favor, encuentra en tu corazón la forma de perdonarme».
«Está bien, esta vez lo dejaré pasar, pero no vuelvas a hacer algo así nunca más». Linsey lo despidió con un gesto casual, con un tono de voz que denotaba la misma paciencia que se le tendría a un niño malcriado, dejando claro que lo consideraba nada más que un pequeño inconveniente.
La comprensión golpeó a Huntley como un golpe físico, y la furia se enroscó en su pecho. Aun así, saber que Collin tenía pruebas condenatorias en vídeo mantuvo su ira a raya. Con la mandíbula apretada y los puños temblorosos, solo pudo quedarse allí en silencio, tragándose su humillación.
Linsey no le prestó más atención y centró su atención en Collin con un comportamiento notablemente más amable. —¿Nos vamos?
—Hmm —respondió Collin con indiferencia.
Linsey se colocó con elegancia detrás de su silla de ruedas y apoyó las manos en los mangos con familiaridad.
Al pasar junto a Huntley, la voz de Collin cortó el aire como la escarcha invernal, cargada de una amenaza tácita. «Vuelve a intentar algo así y una simple disculpa no bastará para salvarte».
Antes de que Huntley pudiera procesar completamente la advertencia, Collin y Linsey ya habían desaparecido de su vista.
Abandonado solo, apretó la mano izquierda contra su pecho palpitante, con los ojos ardientes de una rabia apenas contenida.
«Les haré pagar a los dos», susurró Huntley entre dientes.
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