Mi esposo millonario: Felices para siempre - Capítulo 1238
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Capítulo 1238:
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Linsey frunció el ceño mientras cogía el cheque, acariciando el suave papel con los dedos.
Echó un vistazo a las cifras y se quedó paralizada.
Cinco millones de dólares. La suma la miraba fijamente, audaz e irreal, como algo sacado de una serie de televisión.
Se le cortó la respiración y volvió a contar los ceros, medio esperando que desaparecieran. No podía ser real.
Nunca había tenido tanta riqueza, ni siquiera había imaginado tenerla en sus manos.
Su mente daba vueltas, evocando escenas de esas series exageradas que solía ver compulsivamente. ¿Era este el momento en el que Ivy le pagaba para que desapareciera? El pensamiento se retorció en su pecho, agudo y amargo.
Desde el principio, Collin la había obligado a entrar en su mundo. Por eso, la idea de marcharse con esta fortuna, una vida cómoda, sin tener que pasar apuros, le parecía una victoria. Cinco millones de dólares podían comprar un nuevo comienzo, una vida en la que no tuviera que rendir cuentas a nadie. Pero su corazón se hundió. ¿Por qué no le parecía bien? Un dolor vacío se instaló en su pecho, desafiando la lógica de sus ensoñaciones.
Ivy se inclinó hacia delante, sus agudos ojos captaron el cambio en la expresión de Linsey. «¿Qué pasa?», preguntó, inclinando la cabeza. «¿Es la cantidad demasiado pequeña?».
Linsey negó con la cabeza, un pequeño movimiento instintivo. «No», dijo en voz baja. La curiosidad la carcomía y miró a Ivy a los ojos. «¿Por qué me das esto?». Aunque tenía sus sospechas, necesitaba oírlo en voz alta.
Aun así, la respuesta de Ivy la pilló completamente desprevenida.
Los labios de Ivy esbozaron una sonrisa irónica y se echó hacia atrás, cruzando las manos sobre el regazo. —La chica que iba a casarse con Collin no pudo soportar su discapacidad. Huyó, dejándolo humillado. Para dejar las cosas claras, o tal vez para fastidiarme, Collin irrumpió en tu boda y te arrastró a este lío. Este cheque es mi disculpa. Espero que lo aceptes.
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Linsey parpadeó, asimilando las palabras. Se le escapó una risa, suave e inesperada, que brotó de lo absurdo de todo aquello.
Presionó la mano sobre el cheque, sintiendo su peso contra la mesa pulida, y lo deslizó hacia Ivy con un empujón firme.
Ivy arqueó las cejas y una pizca de confusión cruzó su rostro. —¿Qué es esto?
Linsey se detuvo, con los dedos posados en el borde de la mesa. «Collin no arruinó mi vida», dijo, con voz firme a pesar de la tormenta que se desataba en su mente. «En todo caso, me salvó. Mi boda fue un error que no vi venir: un hombre que no solo era inútil, sino también desquiciado, que me engañaba a mis espaldas con su novia de la infancia».
Se enderezó, con la mandíbula apretada. « La maniobra de Collin me sacó de ese desastre».
Ivy solo había oído vagos rumores sobre el dramático fiasco de la boda de Collin. Los detalles más importantes, los que realmente importaban, seguían siendo un misterio para ella.
Se inclinó hacia delante, apoyando los codos en la mesa. «¿Estás diciendo que no le culpas?». Su tono denotaba una mezcla de incredulidad y curiosidad, como si estuviera reevaluando a la mujer que tenía delante.
«En absoluto», respondió Linsey con voz firme.
Ivy la estudió, entrecerrando los ojos mientras se fijaba en los de Linsey. Tras un largo momento, preguntó: «¿Te quedas con él por voluntad propia?».
La pregunta la golpeó como una ráfaga de aire frío. Linsey abrió la boca, luego la cerró, y su certeza se desvaneció. Sus dedos se curvaron en las palmas de las manos, y las uñas se le clavaron en la piel.
Ivy permaneció en silencio y se movió en su silla, rompiendo la tensión. «¿Te ha hablado Roland alguna vez del pasado de Collin?», preguntó, ahora con voz más suave.
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