Mi esposo millonario: Felices para siempre - Capítulo 1216
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Capítulo 1216:
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Sin embargo, justo cuando se daba la vuelta para reunirse con Collin, su mirada se posó accidentalmente en una escena que le heló la sangre.
No muy lejos, Félix y Joanna estaban envueltos en los brazos del otro, riendo íntimamente como amantes perdidos en su propio mundo.
La visión golpeó a Linsey como un golpe físico. Sintió que el corazón se le rompía con un puñetazo invisible, y el dolor era tan intenso que apenas podía respirar.
Dolores había tenido razón todo el tiempo. Félix la había estado engañando. Luchando contra el dolor desgarrador, Linsey buscó su teléfono con dedos temblorosos. Tenía que llamarlo. Necesitaba respuestas.
El teléfono de Félix vibró en su mano y ella lo vio mirar la pantalla, donde se veía claramente su nombre. Sin dudarlo, lo guardó en el bolsillo, ignorando deliberadamente su llamada.
La sonrisa de Joanna se volvió triunfante, como si eso fuera exactamente lo que esperaba.
La crueldad casual de todo aquello fue como una puñalada en el pecho de Linsey. Las lágrimas calientes le corrían por las mejillas sin control, dejando un rastro brillante de dolor.
Si no hubiera presenciado esa escena con sus propios ojos, habría seguido creyendo tontamente que Felix ignoraba sus llamadas porque simplemente estaba ocupado con el trabajo.
Ni Felix ni Joanna se habían dado cuenta de su presencia.
Después de compartir un tierno beso, Félix tomó naturalmente el bolso de Joanna y se lo colgó al hombro. Su gran mano se posó posesivamente alrededor de la delgada cintura de ella mientras la conducía hacia un elegante coche negro, y juntos desaparecieron en la noche.
El coche negro casi se había mezclado con el tráfico de la tarde cuando Linsey finalmente salió de su aturdimiento.
Su primer instinto fue correr tras el coche, pero sus pasos desesperados no podían competir con la velocidad del motor.
Linsey solo consiguió dar unos pasos antes de que el vehículo desapareciera por completo de su vista.
Un susurro tembloroso se escapó de sus labios. «Felix…».
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El pánico se apoderó de ella, su mente se quedó en blanco y las emociones amenazaban con hacerla perder el equilibrio.
Obligándose a mantenerse en pie, Linsey parpadeó para contener las lágrimas y corrió hacia la acera, haciendo señas frenéticamente a un taxi que se acercaba.
El taxi redujo la velocidad y el conductor la saludó con una sonrisa amistosa, con su acento tiñendo sus palabras. «¿Adónde va?».
Linsey se secó los ojos e intentó calmar la respiración. «Lo siento… ¿Podría esperarme un momento? Necesito pensar», respondió tras subir al taxi.
Al darse cuenta de su angustia, el conductor esperó en silencio, dándole espacio en lugar de presionarla con preguntas.
Cuando el coche se alejó, Linsey supo que ahora dependía de ella encontrar a Félix. Respiró temblorosamente y buscó pistas en su memoria. Los años que habían pasado juntos le habían enseñado mucho sobre sus hábitos.
A Félix nunca le habían gustado las multitudes ni los lugares ruidosos. Su mundo giraba en torno al trabajo y la tranquilidad de su hogar.
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