Mi esposo millonario: Felices para siempre - Capítulo 1208
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Capítulo 1208:
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Linsey estaba tan furiosa que apenas podía encontrar las palabras. Por un instante, se imaginó rompiéndole el plato en la cabeza. Lo único que hacía era tergiversarlo todo para que le conviniera.
¿Por qué actuaba como si fuera el único que se sentía injustamente tratado? Si acaso, ella estaba mucho más molesta.
Aun así, Linsey sabía que no debía presionarlo más, porque sabía que Collin siempre encontraba la manera de conseguir lo que quería.
Sin otra opción, Linsey se tragó su orgullo y cedió, y se marchó a la cocina para hacer lo que él le había ordenado.
Poco después, Linsey regresó con un filete recién hecho, dejó el plato sobre la mesa con un golpe seco y una mirada que mataba. —Toma. ¿Contento?
Collin cogió el cuchillo y el tenedor, moviéndose con la misma elegancia de siempre mientras cortaba el filete.
Linsey observaba cada movimiento, con expresión tensa, pero con un destello de picardía en los ojos. Se había esforzado por rociar el filete con una mezcla secreta de salsa picante, lo suficientemente sutil como para ocultarla, pero segura de encender sus sentidos.
Solo imaginar la reacción de Collin casi la hizo reír, y se mordió el labio para contenerse.
Para entonces, Collin ya había cortado un trozo de filete y se lo había llevado a la boca. En el momento en que la carne picante tocó su lengua, dudó ligeramente, apenas perceptible.
En un abrir y cerrar de ojos, recuperó la compostura y siguió como si nada hubiera pasado.
Linsey no se percató del fugaz cambio en su rostro. Aún ajena a ello, se atrevió a preguntar: «¿Qué tal está?».
«No está mal», respondió Collin con tono firme y convincente, sin delatar nada. «Este filete es incluso mejor que el de Roland. A partir de ahora, el desayuno es responsabilidad tuya».
«¿Qué?», Linsey no pudo ocultar su sorpresa.
Que Collin elogiara su filete era lo último que esperaba. No tenía sentido. ¿Acaso le gustaba en secreto la comida picante?
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Linsey estaba realmente confundida.
Con un brillo pícaro en los ojos, Collin cortó otro trozo y se lo llevó a los labios de ella, con voz suave y tentadora. —Prueba tú misma. Está fantástico. Dale un mordisco.
La curiosidad pudo más que ella, así que Linsey no se negó. Se inclinó y probó el filete directamente del tenedor de él.
En el instante en que comenzó a masticar, el calor invadió su lengua, abrasando sus sentidos como un volcán en erupción. La cabeza le dio vueltas, sintió un cosquilleo en la piel y el sabor picante se disparó directamente a su cerebro.
Linsey se tapó la boca con la mano y se apartó mientras tosía, con la garganta tan apretada que apenas podía respirar. Al verla luchar, Collin finalmente dejó de fingir.
Dejó los cubiertos y se bebió el café de un trago. El sabor fuerte del café negro apagó el calor ardiente que aún permanecía en su lengua.
Cuando Linsey comprendió la verdad, abrió los ojos como platos y preguntó: «¿Me has tendido una trampa?».
La respuesta de Collin fue gélida. «Tú intentaste engañarme primero».
Le entregó un vaso de leche con la mirada fría. «No lo conviertas en un hábito».
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