Mi esposo millonario: Felices para siempre - Capítulo 1201
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Capítulo 1201:
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Sus palabras apuntaban claramente a Félix.
Linsey nunca se había aventurado en ese terreno con Félix, lo que significaba que este tipo de encuentro le resultaba completamente ajeno.
Aun así, su lealtad la hizo ponerse a la defensiva. «¡No seas ridículo!».
La rápida respuesta llegó a Collin, cuyo estado de ánimo cambió en un instante. Sin previo aviso, la arrojó sobre su regazo, con una oscura intención en los ojos.
Linsey se estremeció, atónita, cuando la mano de Collin se cerró alrededor de su cuello, firme, fría, despiadada. «¿Cómo lo sabes?», gruñó, clavándole sus gélidos ojos en ella. «¿Os habéis acostado juntos?».
La presión sobre su garganta se retorció como una soga y el pánico se apoderó de ella. Le arañó la muñeca, jadeando, sin poder respirar. Cuando finalmente consiguió liberarse, dio un paso atrás tambaleándose y tosiendo por el ardor en la garganta.
—¿Qué te importa? —espetó ella, con los ojos brillantes—. Él y yo estamos juntos. Si no fuera por ti, ya estaríamos casados. Así que sí, sería natural que hubiéramos tenido relaciones sexuales.
Aquellas palabras le impactaron como una chispa en yeso seco. Algo salvaje brilló en los ojos de Collin, primitivo, desenfrenado.
Sin decir una palabra, se abalanzó sobre ella y estrelló su boca contra la de ella con un calor punzante, como un hombre poseído.
—¡Mmmph! —gimió Linsey, luchando bajo su peso. Sus puños golpearon su pecho, las uñas arañando con desesperación.
Pero cuanto más se resistía, más fuerte la besaba él, devorándola como si ella fuera oxígeno y él se estuviera ahogando.
Su cuerpo se derrumbó bajo el embate. Las lágrimas brotaron y resbalaron por sus mejillas, pero el escozor no era nada comparado con la impotencia que se filtraba en sus huesos.
Sin dudarlo, hincó los dientes con fuerza en su labio inferior.
Collin se estremeció ligeramente, y un sonido gutural se escapó de su garganta. Pero en lugar de apartarse, él respondió mordiéndole la lengua.
—¡Ah! —gritó ella en su boca, con el cuerpo temblando violentamente por el agudo pinchazo del dolor.
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El sabor de la sangre, metálico y caliente, se extendió entre sus bocas, y aun así, Collin no se detuvo. Su lengua azotaba la de ella, feroz, implacable, febril por algo retorcido.
En medio de todo eso, la voz de ella rompió el frenesí, balbuceante y temblorosa. —¡Tu polla es más grande que la de él!
Al oír eso, Collin se quedó paralizado. Entrecerró los ojos y entreabrió los labios, como para confirmar lo que había oído. Lentamente, se apartó, con la boca aún manchada por el sabor de ella. La furia…
En sus ojos se apagó ligeramente, pero su agarre en su cintura seguía siendo férreo. «¿Te acostaste con él?», preguntó de nuevo.
Linsey negó con la cabeza frenéticamente, con los ojos envueltos en lágrimas. —No —susurró—, nunca… ni siquiera nos tocamos así.
La mente de Collin volvió a aquella mañana, a su confesión entre lágrimas sobre cómo le había robado su primer beso. Si realmente se hubiera entregado a otro hombre, aquel momento no habría tenido tanto peso.
Respiró hondo, sacando sus conclusiones en silencio, y luego soltó una suave burla. —Te creeré. Esta vez —dijo, con los ojos oscuros y amenazantes—. Pero Linsey, si alguna vez descubro que me has mentido… Sabes lo que haré.
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