Mi esposo millonario: Felices para siempre - Capítulo 1154
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Capítulo 1154:
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Justo detrás de él, Joanne yacía inquietantemente inmóvil, con una herida abierta en el centro del pecho. Tenía los ojos muy abiertos, en blanco por la conmoción, como si el tiempo se hubiera detenido a su alrededor. No parecía sentir dolor. Sus labios se entreabrieron sin emitir ningún sonido, con la mirada fija en Jeffery, no con rabia, sino con confusión. ¿Por qué? ¿Por qué arriesgaría su vida por Alicia?
El caos se difuminó hasta que una voz autoritaria lo atravesó todo. «¡Atrás! ¡Despejen el área!», gritaron los agentes, obligando a la multitud atónita a apartarse. Un equipo de médicos y enfermeras entró corriendo con camillas, cuyas ruedas golpeaban contra el suelo de baldosas.
Linsey observó aturdida cómo levantaban a Jeffery y Alicia y se los llevaban rápidamente, rodeados de un torbellino de manos frenéticas y voces urgentes.
No los siguió. No podía moverse. Se quedó allí, anclada en el suelo, con la mirada perdida, tratando de dar sentido a la locura que se había desatado en lo que parecieron segundos.
—¡Linsey!
La voz de Dolores atravesó su confusión. Apareció con Dustin y varios de sus hombres. Corrió hacia ella y la abrazó con fuerza, acercándola a sí. —Oye, ¿estás bien? Linsey…
Dolores vio que su amiga estaba conmocionada, así que la abrazó con fuerza, ofreciéndole todo el calor que podía en medio de la escena que se desarrollaba ante sus ojos.
Dustin recorrió la zona con la mirada y apretó la mandíbula al contemplar las secuelas: el cuerpo sin vida de Joanne, el suelo manchado de sangre, el murmullo del personal médico que trabajaba con rapidez.
—Todos los que no estén involucrados, por favor, salgan —gritó un oficial, alejando a los curiosos que aún permanecían allí.
Sin otra opción, Dolores guió suavemente a Linsey fuera de la escena, con Dustin siguiéndoles los pasos. Encontraron un banco cercano y se derrumbaron sobre él.
Los ojos de Dolores se posaron en la sangre que manchaba la ropa de Linsey y se le encogió el pecho. En silencio, sacó un paquete de toallitas húmedas de su bolso y se las pasó por las manchas. Pero la sangre ya se había secado y se había endurecido en la tela, resistiéndose a sus esfuerzos.
—No pasa nada —dijo Linsey con voz ronca, rompiendo el silencio asfixiante.
Dolores se quedó quieta y levantó la vista. Luego, tras un momento, dio un codazo a Dustin. —¿Nos traes agua?
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—De acuerdo. —Se dio la vuelta y se dirigió rápidamente hacia una máquina expendedora al final del pasillo.
Cuando regresó, le entregó una botella a Dolores, quien la abrió y se la pasó a Linsey. —Toma. Bebe algo.
Linsey asintió débilmente. —Está bien. —Se llevó la botella a los labios y bebió, pero apenas dio unos sorbos, se atragantó. El agua se le atascó en la garganta y le provocó un repentino ataque de tos.
«Tranquila, tranquila…».
Dolores dejó la botella en el suelo y le frotó la espalda suavemente, tratando de calmarla. Miró con preocupación el rostro tenso de Linsey y, tras dudar, finalmente dijo lo que le estaba rondando la cabeza. —Linsey… Lo siento. Deberíamos haber vigilado más a Joanne.
Dustin dio un paso adelante, con tono bajo y sombrío. —No. La culpa es mía. Debería haber estado más alerta. Asumo toda la responsabilidad por lo que les ha pasado a Jeffery y Alicia.
Linsey se agarró el pecho, todavía tratando de calmar su respiración entrecortada. Sacudió la cabeza lentamente, esforzándose por pronunciar las palabras. «No. No fue culpa tuya. Fue culpa de Joanne. Ella… no podía dejarlo ir. Por mucho que le advirtiéramos, que le rogáramos que nos escuchara, seguía alejándose cada vez más».
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