Mi esposo millonario: Felices para siempre - Capítulo 1149
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 1149:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
«Lo haré. Hablamos pronto».
En cuanto terminó la llamada, Linsey no lo dudó. Marcó inmediatamente el número de Jeffery.
El tono de llamada sonó una y otra vez, y cada segundo amplificaba el peso en su pecho. «Vamos… contesta», susurró entre dientes, tratando de calmar la inquietud que crecía como una marea en su corazón.
Tras una serie de tonos, la llamada finalmente se conectó.
Linsey se sintió aliviada al oír la voz de Jeffery al otro lado del teléfono. «¿Linsey? ¿Eres tú? ¿Me has llamado? Creo que nunca antes has marcado mi número».
Sin tiempo para charlar, Linsey fue directa al grano. «¿Dónde estás ahora mismo? ¿Está Alicia contigo?».
Jeffery respondió con naturalidad. —Sí, está aquí conmigo. ¿Quieres hablar con ella? —Se rió entre dientes—. Sabes, siempre me sorprende lo rápido que se han hecho amigas. ¿Siempre es tan fácil para las mujeres conectar?
Linsey sintió cómo la irritación hería en su interior mientras resistía el impulso de responderle con brusquedad. Decidida a mantener la concentración, repitió con énfasis: «Te lo voy a preguntar otra vez. ¿Dónde estás exactamente?».
Durante un momento, Jeffery se quedó en silencio, con la mirada fija en el cartel de la consulta prenatal que había delante. —Estamos en el hospital —admitió—. Alicia tiene cita para la revisión prenatal.
Cerca de allí, una enfermera con mascarilla quirúrgica se acercó, equilibrando una bandeja en las manos. Su voz era suave pero firme. «Disculpe, señor, ¿podría apartarse un poco?».
Sin dudarlo, Jeffery se hizo a un lado. «Lo siento», murmuró.
La conmoción resonó en las palabras de Linsey, interrumpiendo la conversación. «¿Quién acaba de hablar contigo? ¿Era Joanne?».
La confusión frunció el ceño de Jeffery. —¿Joanne? ¿De qué estás hablando?
En ese momento, la enfermera abrió silenciosamente la puerta de la sala de exploración y se detuvo un instante antes de entrar.
Cuando la puerta se cerró detrás de ella, una extraña oleada de ansiedad se apoderó de Jeffery. Algo en el tono de Linsey lo había puesto nervioso.
—Jeffery, escúchame —insistió Linsey, con voz aguda y urgente—. Tienes que ir a ver a Alicia ahora mismo. No hagas preguntas, solo confía en mí. Joanne podría estar tramando algo peligroso.
úʟᴛιмσѕ chαρᴛєrs ɴσνєʟαѕ𝟜ƒαɴ.ç0м
Antes de que Linsey pudiera terminar la frase, un grito aterrador atravesó el teléfono.
El caos estalló de fondo y la voz de Jeffery, llena de miedo, gritó: «¡Alicia!».
Instintivamente, Linsey supo que algo había salido terriblemente mal.
Sin perder un segundo, corrió hacia la puerta, con el teléfono apretado con fuerza en la mano.
Al ver su repentina salida, Glenda la llamó: «Señora Riley, ¿se va ya?».
«Sí, tengo que salir inmediatamente», respondió Linsey con urgencia.
Volviéndose hacia sus hijos, añadió: «Cariños, necesito que os quedéis con Glenda un rato. Portaos bien, los dos».
Zenia y Zander, sintiendo la ansiedad de su madre, la saludaron con la mano obedientemente. «¡Ve, mamá!».
.
.
.