Mi esposo millonario: Felices para siempre - Capítulo 1144
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Capítulo 1144:
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Con cuidado de no molestarla, se sentó en el borde de la cama y la arropó con las mantas. La observó durante un rato, con una suave sonrisa en los labios, antes de salir silenciosamente de la habitación, moviéndose como un susurro en la oscuridad.
Al salir al balcón, Collin cerró la puerta detrás de él, asegurándose de que el silencio dentro no molestara a Linsey y a los niños. Una vez fuera, sacó su teléfono y, en un susurro apenas audible, dijo: «Fija la fecha de la cirugía… Sí, iré mañana a la revisión».
A la mañana siguiente, la luz del sol se filtraba a través de las cortinas cuando Linsey se despertó en un lado vacío de la cama que aún irradiaba el calor de Collin. Una leve mueca de preocupación cruzó su rostro, pero se encogió de hombros y se dirigió a refrescarse.
Al salir del dormitorio, vio a Zenia y Zander ya ocupados en su rincón del salón. Ese espacio luminoso siempre había sido su propio patio de recreo, un mundo aparte de los adultos.
—¡Mamá! —Los ojos de Zander se iluminaron en cuanto la vio. Dejó a un lado su juguete y la abrazó con fuerza por la cintura.
No muy lejos, Zenia se unió a él, aferrándose a la pierna de Linsey y diciendo con dulzura: «¡Buenos días, mami!».
«Mis tesoros, buenos días». Linsey se agachó para llenarles las mejillas de besos.
Desde la puerta de la cocina, Glenda apareció con una sonrisa radiante, contemplando la alegre escena. —Señora Riley, ¿qué le preparo para desayunar hoy? —preguntó.
Con una sonrisa de agradecimiento, Linsey respondió: «Solo pan y leche, por favor. Gracias».
«Por supuesto». Glenda asintió con la cabeza y se dirigió a preparar el desayuno.
Antes de que Glenda llegara a la cocina, Linsey la llamó: «Glenda, ¿sabes dónde ha ido Collin?».
Anoche, el cansancio la había vencido antes de que Collin terminara de ducharse y se metiera en la cama a su lado.
Tampoco recordaba cuándo se había despertado y se había ido esa mañana. Las preguntas comenzaron a llenar su mente: ¿qué podría haberlo hecho irse tan temprano y por qué no había dicho nada?
Además, no le había dejado ni un solo mensaje, lo que le provocaba una inquietud punzante.
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La mayoría de las mañanas, Collin le daba un abrazo cariñoso y hablaba con Linsey, despidiéndose como es debido antes de irse a trabajar.
Desconcertada por la pregunta, Glenda se detuvo un momento antes de negar con la cabeza. —No he visto al señor Riley en toda la mañana.
Eso solo aumentó la confusión de Linsey, cuya mente daba vueltas con preguntas. Empezó a sospechar que Collin le estaba ocultando algo.
Para tranquilizar a Glenda, Linsey le dedicó una sonrisa tranquilizadora. —No te preocupes, Glenda. Ve a preparar el desayuno.
«De acuerdo», respondió Glenda mientras desaparecía en la cocina.
Su mente divagó por un momento, pero la sacó de sus pensamientos la dulce y melodiosa voz de Zenia.
«¿Jugarás con nosotras hoy, mami?», preguntó Zenia con los ojos brillantes de esperanza.
Al mirar el rostro ansioso de su hija, Linsey pudo sentir cuánto anhelaba la pequeña su atención. Dejó a un lado sus preocupaciones y no dudó en responder: «¡Por supuesto!».
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