Mi esposo millonario: Felices para siempre - Capítulo 1139
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Capítulo 1139:
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Justo cuando se acercaba, Collin cerró el archivo de golpe.
—Ocupar el cargo de director ejecutivo del Grupo Lawson implica respetar los límites entre competidores. Mirar archivos confidenciales de otra empresa está fuera de lugar —dijo Collin con voz firme y profesional.
Linsey abrió los ojos como si no pudiera creer lo que acababa de oír. —No lo dirás en serio, ¿verdad, Collin?
Collin ni siquiera se molestó en levantar la vista de su trabajo. —Lo digo en serio. Confío en que entiendas lo que es la profesionalidad.
La irritación se apoderó del rostro de Linsey, que se movió en su asiento, acercándose poco a poco a la puerta del coche. —¿Qué, crees que eres el único que puede revisar los archivos importantes? Yo también tengo archivos que revisar.
Al terminar su réplica, sintió que la mano de Collin se extendía hacia ella y le agarraba el brazo con determinación, como si quisiera acercarla más.
Pero Linsey, recordando sus palabras anteriores, se apartó inmediatamente. Con otro pequeño sonido de fastidio, lo miró con ira. —Quita las manos. Deberías centrarte en tus preciados documentos. No querrás volver a acusarme de fisgonear.
Una sonrisa se dibujó en el rostro severo de Collin mientras dejaba a un lado los papeles, se acercaba a Linsey y la atraía hacia sí en un cálido abrazo. —Vamos. Solo estaba bromeando.
Su mirada brillaba de afecto mientras observaba cómo ella respondía haciendo un puchero. Linsey se apartó, con el enfado aún reflejado en su rostro.
Ante la actitud desafiante de Linsey, Collin se detuvo, perdido en sus propios pensamientos. De repente, sintió que aquellos años en los que Linsey había desaparecido volvían a su mente. En aquel solitario periodo, se encontraba soñando despierto con ella, llevado por una esperanza que apenas podía contener.
Cada vez que esos sueños afloraban, la felicidad lo inundaba, solo para desaparecer casi al instante, tan frágil como las burbujas. Lo único que quedaba era un dolor, un vacío persistente que se negaba a desaparecer.
Después de lo que pareció una eternidad, Linsey finalmente miró en su dirección y captó la silenciosa tristeza en los ojos de Collin.
Esa mirada le tocó algo muy profundo, un dolor silencioso que floreció en su pecho.
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—¿Te pasa algo, Collin? —preguntó Linsey, frunciendo el ceño y sintiéndose arrepentida por haberle respondido tan bruscamente antes.
Levantó las manos para acariciarle la cara y su voz se volvió suave, cuidando de no presionar demasiado. —Solo estaba bromeando. ¿Por qué pareces a punto de llorar?
Collin parpadeó lentamente, buscando en la expresión amable de Linsey. Un instante después, soltó un respiro entre dientes y la atrajo hacia sí, aferrándose a ella como si temiera perderla de nuevo.
Linsey no se lo esperaba y acabó presionada contra el pecho de Collin, con los pensamientos dando vueltas en torno a la forma en que sus ojos habían brillado momentos antes. —¿Estás llorando, Collin?
Intentó liberarse de su abrazo para verle la cara, pero él la sujetaba con fuerza por los hombros.
Apoyando la barbilla sobre su cabeza, Collin respiró con dificultad y, cuando habló, su voz temblaba. —No estoy llorando.
Esas palabras no hicieron más que aumentar su preocupación, y la duda se reflejó en sus ojos mientras una ola de inquietud se apoderaba de ella. Rápidamente intentó consolarlo. —No llores, Collin. Te lo juro, solo estaba bromeando. No quería hacerte daño.
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