Mi esposo millonario: Felices para siempre - Capítulo 1125
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Capítulo 1125:
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Un silencio incómodo se apoderó de Dustin, que cerró la boca, sin querer poner a prueba la paciencia de su madre. Aun así, no podía ignorar el elogio velado que Hester le había hecho a Dolores, prueba de que su desaprobación no era definitiva.
La esperanza brilló en su interior; tal vez aún había un futuro para él y Dolores. Controlando sus nervios, Dustin esperó, haciendo todo lo posible por mantenerse firme mientras Hester sopesaba sus siguientes palabras.
Con una expresión indescifrable, Hester posó la mirada en Joanne. Aunque mostraba una fachada amable, algo frío brillaba en los ojos de Joanne.
—El anuncio de tu compromiso con Dustin esta noche no lo hace permanente —declaró Hester con voz tranquila—. Puedo ponerle fin en cualquier momento.
Por extraño que pudiera parecer el razonamiento de Dustin, no era del todo descabellado. En ese momento de tensión, Joanne se había abalanzado directamente sobre Jeffery, empujando a Hester a un lado sin dudarlo. Si Jeffery se metía en problemas, Hester sospechaba que Joanne utilizaría el poder de la familia Wade para ayudar a los Lawson sin pensárselo dos veces. Arriesgando su propia seguridad, Joanne había demostrado hasta dónde estaba dispuesta a llegar por Jeffery.
Ante las palabras de Hester, Joanne bajó la mirada y una sonrisa amarga se dibujó en sus labios. —Entonces, Hester, ¿qué razón darás para romper con él? —preguntó en voz baja.
Sus pestañas temblaron mientras hacía una pausa. Después de recomponerse, Joanne volvió a hablar, con la voz áspera por el arrepentimiento. —Entiendo que todo esto es por mi culpa. No puse a Dustin en primer lugar, pero…
Una inquietante sacudida recorrió a Dustin. ¿Qué estaba tratando de hacer Joanne ahora?
Levantando la mirada, Joanne fijó los ojos llorosos en Dustin, con una expresión desgarradoramente frágil.
—Dustin, quizá yo no haya superado lo de Jeffery, pero ¿tú eres realmente inocente en todo esto? ¿No han hecho Dolores y tú cosas que duelen aún más?
Una sonrisa temblorosa se dibujó en los labios de Joanne mientras lágrimas brillantes resbalaban por sus mejillas. «Jeffery mantiene las distancias y lo que yo siento es unilateral. Pero tú y Dolores… Nunca ocultasteis vuestro coqueteo, ni siquiera cuando yo estaba mirando».
Una tensión instantánea se apoderó del rostro de Hester, que intervino: «Joanne, ¿a dónde quieres llegar?».
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Joanne soltó una risa baja y quebradiza, con lágrimas corriendo por sus mejillas, pero con un frío escalofrío en los ojos que inquietó a todos los presentes.
Con un repentino movimiento de la barbilla, el rostro de Joanne se volvió indescifrable. —Rompe el compromiso si quieres —replicó con voz clara y firme—, pero no creas que puedes echarme la culpa a mí.
Su mirada implacable se clavó en Dustin. «Te he cubierto a ti y a Dolores más veces de las que puedo contar. La lealtad merece algo mejor que la traición».
«¡Nadie te obligó, Joanne! ¡Fuiste tú quien se ofreció a ayudar!», exclamó Dustin, con los nervios a flor de piel.
Esa imprudente confesión fue suficiente para que Hester se diera cuenta de que él había estado viendo a Dolores a sus espaldas.
Un destello de furia cruzó el rostro de Hester. «¡Me has estado mintiendo durante quién sabe cuánto tiempo, Dustin!».
Las ganas de abofetear a Dustin eran casi irresistibles, pero la atención de Hester se desvió: en ese momento, Joanne era el problema más grave.
Nunca había imaginado que Joanne fuera capaz de dar la vuelta a la tortilla tan rápidamente, dejando sus planes cuidadosamente elaborados hechos trizas.
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